martes, 1 de abril de 2008

Diego Guerrero se defiende (y V)


Terminamos hoy con la serie de respuestas a Diego Guerrero. Antes de ello, me gustaría reorganizar un poco el debate. El texto que suscitó la polémica es una crítica de Diego Guerrero a la utilidad marginal decreciente, publicada en su libro Competitividad: Teoría y Política, al que yo respondí en cuatro posts (I, II, III, y IV).

A su vez, Diego Guerrero se defendió tarde y mal en dos comentarios poco rigurosos (I, II). Textos a los que, de la misma manera, he dado respuesta en una serie de cinco posts que hoy termina (I, II, III y IV). De las 47 breves objeciones que planteó Guerrero, sólo quedan ocho en pie. Pasemos, pues, a derrumbarlas. Como en los anteriores, mi comentario original en azul y la réplica de Guerrero en cursiva.

40) “la observación de que el precio suele coincidir con la suma de los costes tiene una explicación muy sencilla. Ya hemos visto cómo se fija el precio de los factores productivos. Imaginemos que, por distintos motivos (por ejemplo, una mejora tecnológica) el precio final de un producto es muy superior a la suma de sus costes. Si ello es así, aparecerán beneficios extraordinarios. En otras palabras, o bien el propio empresario o bien otros empresarios, tendrán incentivos para ampliar la producción de esos productos, rebajar el precio y disminuir los beneficios extraordinarios. Al final, pues, cuando el valor del producto final supera a la utilidad de los factores productivos, o bien parte de esos factores productivos se retiran a otras líneas productivas (con lo cual se incrementa la productividad de los restantes) o bien se incrementa el número de productos finales (con lo cual el precio del bien se reduce).”

Sustituyendo su expresión “supera a la utilidad de los factores productivos” por la correcta “supera el valor de los factores productivos”, casi llega a explicar la cosa. Precisamente Marx explicó que el capital invertido en los medios de producción es constante, porque ese valor reaparece en el output sin crecer; pero el valor invertido en salarios en variable, porque el valor que crea el trabajo directo es superior al valor que cuesta reproducir a los portadores de esa capacidad de trabajo directo. Cuando los utilitaristas terminan hablando de los costes y la oferta, se vuelven más realistas y no tienen más remedio que reconocer a su pesar la teoría laboral. Lo que ocurre es que se empeñan en seguir usando su especial terminología.

Guerrero sigue, una vez más, sin entender la interrelación de todo el sistema productivo. Ya hemos explicado con bastante profusión por qué los costes no son más que precios y éstos a su vez relaciones históricas de intercambio formadas en virtud de la utilidad de las partes contratantes. En ese párrafo no afirmo otra cosa que los factores productivos se ubican en las líneas productivas más valoradas o, en otras palabras, se ubican allí donde son más valorados. La forma originaria de este fenómeno es el valor y la utilidad, no obstante, cuando el empresario y los factores productivos, actuando conforme a sus valoraciones, efectúan las correspondientes transacciones en el mercado (en la forma que hemos explicado en los anteriores posts), aparecen los precios de mercado que, lógicamente, siguen la misma lógica que las valoraciones de los individuos. Allí donde los costes monetarios superan el precio, el negocio desaparece; allí donde el precio supera en mucho los costes monetarios, afluyen los factores productivos, incrementando la producción, reduciendo el precio y aumentando el valor de los factores productivos (y, por tanto, el coste). No tiene nada de particular y produce sonrojo ajeno que Guerrero sea incapaz de aprehenderlo.

Por otro lado, las palabras de Guerrero sobre la constancia del capital sólo demuestran, por enésima vez, su escaso nivel como economista. Precisamente, si de alguna manera no podemos caracterizar al capital es por su constancia. A diferencia de los factores de producción originarios (la tierra y el trabajo), el capital se define por su no permanencia, esto es, por su continua depreciación. La estructura de capital de la sociedad va modificándose continuamente dependiendo del grado de ahorro, esto es, de la preferencia temporal y de los valores concretos de cada tipo de bienes. Como también explicamos en el post anterior, si en un negocio los beneficios contables se incrementan por encima del interés, el capital comenzará a afluir allí donde la rentabilidad es mayor, reduciéndola como consecuencia. Todo esto supone detraer capital de un sitio y colocarlo en otro, es decir, amortizar una inversión y, a continuación, emprender otra más rentable.

El problema es que la amortización no siempre es rápida. Lo es en las inversiones a corto plazo, pero no en las de largo. ¿Qué significa una inversión a largo plazo? Que yo invierto HOY mis ahorros en un proceso productivo que madurará al cabo de mucho tiempo, o, en otras palabras, que yo adelanto mis ahorros para financiar un proyecto que hasta que no madura no es rentable (pensemos que mientras una empresa construye edificios, compra máquinas, contrata trabajadores... no está produciendo, sino que lo hará cuando esos nuevos factores productivos se pongan en marcha). En otras palabras, mi capital se hallará inmovilizado durante mucho tiempo hasta que pueda recuperarlo junto con el correspondiente interés. Por eso, la plusvalía no es, en absoluto, como dice Guerrero, un valor creado por el trabajo, sino un excedente que pertenece al capital en concepto de interés por el adelanto de fondos y recursos que ha realizado al empresario.

Diego Guerrero, por supuesto, es incapaz de comprender esto, dado que su esquema mental le obliga a pensar que el trabajo es el fruto del valor. No sé da cuenta de que el valor es una circunstancia subjetiva que en absoluto tiene que ver con las condiciones técnicas. Ni el capital es constante ni, por tanto, las condiciones técnicas lo son. Es más, el trabajo necesita de recursos exteriores (ahorro) para conseguir fines lejanos en el tiempo. Pensemos en los obreros que sacan carbón de las minas para venderlo a la industria metalúrgica, ¿cuándo queda en realidad liberado el capital invertido en las minas? No cuando una empresa compra el carbón, sino cuando los productos que produce con las unidades de carbón que ha adquirido, son comprados por los consumidores. Por tanto, difícilmente puede el trabajo ir más allá de la producción inmediata (hand-to-mouth) sin un capital circulante que lo financie.

Y, por último, no deja de ser gracioso que Diego Guerrero siga creyendo que el valor de la mercancía "trabajo" se regule también según el tiempo necesario para su producción (o re-producción). Aquí hay un pequeño problema de circularidad: se afirma que el valor del trabajo se fija en función del valor de las mercancías que sirven para sustentar o reproducir ese trabajo, sin embargo, ¿no habíamos dicho que el valor de todas las mercancías se fijaba en función del del trabajo? ¿Cómo puede ser que las mercancías que sirvan para reproducir al factor trabajo establezcan su valor si esas mercancías son valoradas en función de ese trabajo que aun no tiene valor?

41) “Como ya hemos explicado, son los empresarios quienes crean los precios de los bienes de consumo y las rentas de los factores productivos”

Entonces, ¿por qué seguir llamando a vuestra teoría Teoría de la utilidad marginal del consumidor y no Teoría de la utilidad marginal del capitalista?

Simplemente porque el capitalismo se basa en las relaciones contractuales libres y el hecho de que un empresario fije un precio, no significa que el consumidor vaya a estar dispuesto a pagar ese precio. Con lo cual, si el capitalista fija un precio por encima de la utilidad marginal del consumidor, en caso de que quiera recuperar la inversión en capital que ha realizado para producir los bienes que ofrece a la venta, tendrá que rebajar su precio. En caso contrario, como ya hemos dicho antes, quebrará. Sus costes superarán sus ingresos y saldrá del mercado. Por eso el consumidor sigue siendo soberano, porque el capitalista inmoviliza su capital y sólo es capaz de liberarlo a través del intercambio de sus productos por dinero, esto es, a través del intercambio de bienes poco líquidos (bienes producidos) por bienes muy líquidos (dinero). Si el tenedor de esa liquidez no está dispuesto a intercambiarla por el producto ofrecido por el empresario (al precio fijado por él), entonces no habrá intercambio y la inversión del capitalista quedará totalmente inmovilizada e iliquida, con un stock de bienes cuyo único valor lo poseen ante la expectativa de ser realizadas (esto es, vendidas a cambio de dinero) en el mercado. En otras palabras, si no rebaja el precio para conseguir vender sus mercancías, toda su inversión, incluyendo sus productos, carecerán por completo de valor (al menos hasta que decida rebajar el precio). Ese es el poder del maléfico capitalista sobre el consumidor. Ya lo vemos.

42) “debo coincidir con Guerrero que la economía neoclásica descansa en mediciones corruptas que le impiden contemplar que la parte más importante del capitalismo no es el "consumo" sino toda la estructura de bienes de capital que tiene que ser continuamente amortizada y rediseñada a través del cálculo y la función empresarial.”

Coño. Creía que era imposible que coincidiéramos en algo. Algo debe de estar mal.

No se me caen los anillos por decir cuándo Guerrero acierta. Lástima que sólo haya podido decirlo una vez.

43) “Pensémoslo un momento. El aluminio se extrae de la mina para, en última instancia, venderse en forma de automóvil. En teoría, hasta que no se vendiera el automóvil, los mineros no deberían poder cobrar, ya que el automóvil todavía no se ha "realizado" (vendido). Los distintos salarios que perciben antes de que su trabajo sea "útil" para el consumidor suponen un "adelanto" del empresario, un préstamo de dinero”

Pero si el coche lo compra una autoescuela donde estudia un fontanero que necesita sacarse el carnet para poder trabajar en una empresa de fontanería, los mineros no deberían cobrar hasta que el fontanero se apruebe el examen, o incluso hasta que la caldera que repare el fontanero funcione correctamente, o incluso, en caso de que la reparación vaya destinada a un hotel, no deberían cobrar hasta que el cliente del hotel, que podría ser Rallo, tome un baño calentito suficientemente a gusto. ¡Todo sea por la integración vertical! Y qué buenos son los capitalistas, por cierto, que adelantan dinero gratis a los trabajadores.

Uno de los párrafos más lamentables de Guerrero desde el punto de vista de la comprensión de la ciencia económica. Primero, yo no he hablado de cuando debería cobrar el trabajador, sino de cuando puede cobrar. El hecho de que exista división del trabajo no significa que las relaciones productivas más primarias queden alteradas. Si un individuo quiere construir el solo un coche y, para ello, empieza extrayendo los materiales pertinentes de las minas, ¿cuándo obtendrá su remuneración? Cuando haya terminado el coche, lo cual puede suponer un período de varios años. En otras palabras, desde un punto de vista estrictamente económico, la inversión en minería (salvo la destinada para vender carbón al consumidor) no madura hasta que los productos que ayuda a fabricar lleguen hasta los consumidores finales. Y dado que sólo cuando los consumidores finales paguen, puede considerarse que todo el trabajo precedente ha tenido utilidad, sólo en ese momento los trabajadores podrían cobrar por su trabajo. Por supuesto, esto no sucede porque el capitalista anticipa los fondos a los trabajadores. Segundo, este anticipo no es gratuito, porque precisamente se cobra el interés o, lo que los marxistas llaman, la plusvalía: el capitalista ofrece bienes presentes a los trabajadores (los salarios que paga el capitalista son bienes que él no podrá adquirir hasta que venda las mercancías que han producido los trabajadores) a cambio de bienes futuros (cuando los productos terminen de producirse y se vendan a cambio de dinero). Tercero, todo esto no tiene nada que ver con la integración vertical, simplemente recuerda que la estructura de capital, pese a la división del trabajo, sigue siendo unitaria, pues el destino final de todo capital es amortizarse, esto es, desinmovilizarse a través de la creación de un valor superior al inicialmente invertido (y ello con independencia de cuantas empresas haya entre la inversión originaria y el consumidor).

Para verlo claramente con un ejemplo. Si yo cultivo un cereal empezando con la siembra, pasarán varios meses hasta que pueda recoger ese cereal. Durante todos esos meses tendré que comer algo, y ese algo será el capital (ahorro). Hasta que no coseche, toda la inversión en capital circulante (esto es, los bienes con los que me he alimentado mientras el cereal estaba creciendo) no ha producido fruto alguno, sólo he consumido capital ante la expectativa de que ello redunde en una mayor producción futura (en lugar de dedicarme a recoger frutas de los bosques, hand-to-mouth, cultivo los cereales que me proporcionarán un mayor cantidad de bienes en el futuro a cambio de haber estado durante un período de tiempo sin producir nada directamente).

Pero demos un paso más allá. Imaginemos que el agricultor se asocia con otro individuo de la siguiente manera: el nuevo socio producirá un tractor partiendo de cero, lo cual incrementará muchísimo la productividad del agricultor, de manera que al final se repartirán la nueva cosecha al 50%. Pues bien, el constructor del tractor no podrá cobrar por el tractor hasta que su socio, el agricultor, obtenga la cosecha y le pague con la maduración de la inversión. Mientras tanto, el constructor tendrá que pedir dinero prestado (pagando un interés) o consumir sus propios ahorros (dejando de percibir un interés). Queda claro, pues, que el pago del interés es la inedulible consecuencia de la existencia de capital: si no se paga interés, el capital afluye a financiar proyectos que incrementarán la producción una vez maduren. Si el agricultor consumiera el dinero ajeno sin pagar interés, ese capital no podría utilizarse en incrementar la producción de otros bienes, y si consume sus propios ahorros no podrá dedicarlos a financiar la ampliación de otros.

En cualquier caso, comprobamos que la división del trabajo en nada altera la estructura unitaria del capital, como parece creer Guerrero. Por ello, precisamente, el capitalista anticipa sus fondos a los trabajadores para que, una vez madure la inversión, obtenga el correspondiente interés. Todos salen ganando: los trabajadores porque les pagan la piel del oso antes de cazarlo, y el capitalista porque adquiere la piel del oso.

44) “En cualquier caso, pues, vemos que el appreisement empresarial, al basarse en la correcta anticipación de la utilidad marginal de los consumidores, sigue controlando el proceso de mercado.”

O sea, que los capitalistas conocen la utilidad que experimentan los consumidores, saben a quién le gustan las cañas, a quién las cocacolas…, y cuánto más una cosa que otra… Delirios.

Es curioso como los marxistas niegan a los empresarios la capacidad para conocer las necesidades de los consumidores y, en cambio, consideran que la planificación estatal será tan racionalmente perfecta que no tendrá problemas para ello. Mire Sr. Guerrero, simplemente piense una cosa: cada vez que un consumidor compra un producto (un coche, una libreta, una barra de pan, un cepillo de dientes o un ordenador), alguien antes ha tenido que pensar que querría comprarlo para ponerse a producirlo y ofrecerlo a la venta. Y estamos hablando de una anterioridad de meses, incluso años. Por tanto, es falso que los empresarios no anticipen las necesidades de los consumidores; si no lo hicieran quebrarían (como sucede durante una crisis económica cuando el Banco Central los induce a malinvertir).

Esto no significa creer que los empresarios conocen las necesidades de los consumidores, entre otras cosas porque la utilidad no puede medirse. El appraisement es un proceso de anticipación, no de conocimiento. ¿Y qué se anticipa? La disposición del consumidor a pagar una cierta suma monetaria por un bien que yo puedo producir anticipando unas rentas X. No es necesario que el empresario conozca las valoraciones del resto de los bienes y las utilidad marginales que expresan los costes, le basta con la intuición de que podrá vender una cantidad Y a un precio Z, con lo cual podrá recuperar las rentas anticipadas a los factores productivos más un cierto interés.

Claro que los empresarios pueden fracasar, y muchas veces fracasan. Pero precisamente este fracaso no refuta sino que reafirma la soberanía del consumidor y la utilidad marginal decreciente. Cuando los empresarios anticipan mal, desaparecen. Es decir, no se efectúan transacciones donde el consumidor tenga que pagar más por un producto que su utilidad marginal, simplemente, cuando el coste del precio a pagar (esto es, el valor que atribuye a los fines que ya no podrá realizar con ese precio) supera al valor del fin que contribuye a conseguir ese bien, entonces no habrá transacción y el empresario se quedará sin vender, como ya hemos explicado antes.

45) “Es indistinto que compras se realizan por placer y cuáles por necesidad para sobrevivir. ¿Es que caso la supervivencia no es también útil para el ser humano? ¿Es qué la supervivencia no es, de hecho, el primer fin de todo ser humano no suicida?”

Vale. Supongamos que todo el mundo hace cosas útiles en el mercado, hasta los inútiles. Entonces cualquier comportamiento de los consumidores es compatible con los precios existentes, mientras no cambien las condiciones de trabajo. Por tanto no hay manera de comprobar científicamente la teoría que propone Rallo porque cualquier posibilidad real es compatible con la hipótesis. Todo ello es señal de que las experiencias valorativas subjetivas no inciden en los precios. Como mucho pueden pretender explicar, junto a la oferta, cuánto desean comprar los consumidores a los precios determinados por las cantidades de trabajo. Pero no dichos precios, que es de lo que se trata aquí.

El reduccionismo de Guerrero le lleva al error. Obviamente todo el mundo, ex ante, realiza acciones útiles y racionales, en caso contrario actuaría de forma distinta. Sin embargo, ello no significa que la acción humana esté exenta de error y que luego de haber actuado nos arrepintamos por haberlo hecho de esa manera. Por otro lado, que todas las acciones sean útiles ex ante para el actor no significa que todas sus acciones sean útiles para los consumidores ya que esto en última instancia depende de sus fines.

Partiendo de este error, la cadena "lógica" que sigue Guerrero se corta. Los precios existentes son derivados del comportamiento de los consumidores y, de hecho, a través de sus acciones, al comprar o no hacerlo, determinan la estructura de precios existente. Los inútiles fracasan, pues utilizan recursos que podrían haber sido utilizados para satisfacer necesidades más urgentes que las que lo están haciendo. Por tanto, no son las condiciones de trabajo las que determinan los precios, sino al revés: el valor y los precios determinan las condiciones de trabajo. En tanto unas condiciones de trabajo ofrezcan unos productos a un precio mayor que la utilidad marginal de los consumidores -o de una cantidad significativa de ellos- esas estructuras desaparecerán y el trabajo y el capital migrará hacia otras estructuras productivas modificando las condiciones de trabajo.

46) “incluso aunque los consumidores fueran autómatas de los capitalistas, el precio se determinaría por la utilidad marginal de los capitalistas”

Coño. Procedamos a rebautizar de nuevo la teoría. Propongo “Teoría del valor basada en la utilidad marginal del consumidor, el capitalista y las locomotoras” (por aquello de dejar de lado el carboximetilalmidón de sodio y el silicato alumínico magnésico).

Obviamente la utilidad de los capitalistas influye en la determinación de los precios a través de varias vías. Primero, los capitalistas también son consumidores. Segundo, también son trabajadores y, por tanto, la utilidad marginal influirá en su jerarquía de decisiones y en el modo y cantidad de su trabajo. Tercero, la utilidad determinará, así mismo, el montante de beneficios que ahorren reinvirtiéndolo, o que pasen a consumir. Cuarto y principal, son los que anticipan el dinero y, por tanto, conforman la estructura productiva y de capital de una sociedad, lo que se traduce en que son los responsables de todo el flujo de bienes y servicios que en este momento esta presente en el mercado (cuantía, calidad, composición...), lo cual obviamente influye en los precios.

Pero, de todas formas, mi comentario no iba en ese sentido. Aún cuando los consumidores fueran títeres en manos de los capitalistas, sería la utilidad marginal de los capitalistas la que determinaría cómo usar a los consumidores en la determinación del precio. Por tanto, incluso por esta vía, la utilidad marginal sigue siendo la determinante de los precios.

47) “La utilidad marginal, para desgracia de todos los marxistas, sigue siendo la principal explicación para la formación de los precios. No hay vuelta de hoja; sólo ciertos prejuicios arrogantes impiden reconocerlo.”

Punto final y conclusión/resumen por mi parte:

En esta versión de la utilidad marginal, se llama “utilidad marginal” (también podrían llamarlo deseo marginal, amor marginal o cualquier otra pijotada) del vendedor al precio de producción del capitalista (o sea, la suma del coste y la ganancia media), lo cual es precisamente lo que dice la teoría laboral. Y se llama utilidad marginal del consumidor a algo que puede variar entre ese nivel objetivo e infinito, ya que la valoración subjetiva no tiene límites. Como lo que cuenta es el último que compra (o sea, aquél para quien su supuesta “utilidad” coincide con el precio), a la postre afirman estos autores que el precio, formado según ellos por la utilidad de las dos partes del mercado, es el que ya decía que era la teoría laboral del valor. Para esta conclusión no hacía falta gastar tanta tinta.


Con matices, Guerrero tiene razón en que la utilidad marginal para el empresario vendrá determinada por la suma de sus costes más el tipo de interés. Podríamos citar dos excepciones a esta regla: la primera, cuando existen beneficios extraordinarios por haber entrado en un sector novedoso o por satisfacer las necesidades de los consumidores de un modo distinto a los anteriores y, por tanto, donde la inversión inicial es mucho más rentable que el tipo de interés; y segundo, todas las actividades de caridad privada, donde el interés no es monetario, sino psicológico y donde, precisamente, hay una reducción del valor monetario inicial de la inversión (en tanto se formula como una donación).

Sin embargo, yerra completamente y demuestra no haber entendido NADA cuando afirma que la utilidad marginal del consumidor se mueve entre "ese nivel objetivo" (esto es, el precio resultado de sumar los costes) e infinito. Olvidemos el matiz importante de que la utilidad es ordinal (y Guerrero, por deformación marxista, sigue tratándola cardinalmente) y centrémonos en el disparate que está sugiriendo el profesor universitario. ¿La utilidad marginal de los consumidores necesariamente tiene que estar por encima del precio final de los productos? Si eso fuera así, los consumidores SIEMPRE estarían dispuestos a adquirir los productos, de manera que no habría empresarios ineficientes. Lo único que haría rebajar el precio sería la competencia, y no la propia utilidad marginal del consumidor.

Con esta idea de la utilidad marginal no me extraña que Guerrero la tome como absurda. Pero absurda es su torcida idea, no la solidez teórica de la utilidad marginal. Precisamente porque la utilidad marginal puede ser inferior a la del precio de los empresarios, es porque estos pueden quedarse sin vender, sin capacidad para recuperar la inversión adelantada y, por ello, forzados a salir del mercado. Precisamente porque la utilidad marginal del consumidor depende de sus fines y NO de la estructura de precios existente en el mercado, esta estructura varía de acuerdo con las preferencias de los consumidores.

Guerrero sigue sin comprender la teoría de la utilidad marginal decreciente. Los precios son resultados de la acción humana, dirigida por las valoraciones humanas que no se encuentran atadas a ningún precio. De hecho, es lógicamente incoherente: si el valor va antes que el precio, ¿cómo puede el precio sentar la base mínima del valor?

Por tanto, lo importante no es, como dice ingenuamente Guerrero, que el precio coincida con "el último que compra", ya que sólo con que se adquiera una unidad, el precio necesariamente coincidirá con el último que compra; sino que el precio no refrene a demasiados consumidores de adquirir el producto ya que, en ese caso, no se podrán financiar los costes en los que se ha incurrido para producirlo. Si el precio supera la utilidad marginal de demasiados consumidores, estos no adquirirán el producto y los ingresos serán incapaces de hacer frente a los costes.

Por ello, en el capitalismo se puede producir siempre que los ingresos superen a los costes, esto es, siempre que estos satisfaciendo más fines -o fines más importantes- (ingresos) que fines estamos dejando escapar (costes). Pero ello sólo puede determinarse a través de la utilidad marginal decreciente que sigue siendo la base de la teoría científica del valor. Y esto no tiene nada que ver con una teoría laboral del valor que afirma que el valor de los consumidores depende de la cantidad de trabajo incorporada en los productos.

A lo largo de estos cinco posts hemos mostrado las deficiencias de Diego Guerrero en relación con la teoría del valor. No conviene olvidar que la teoría del valor no es un asunto baladí dentro de la ciencia económica, sino que constituye su mismo corazón. El marxismo tiene un corazón económico podrido porque su teoría del valor no se sostiene por ningún lado. Los marxistas son incapaces de entender las complejas interrelaciones del sistema económico movidas, precisamente, por el valor y la utilidad. Y es que como dice otro destacado marxista: la ley del valor es una ley humanista, una ley que hace del hombre y de su trabajo el centro de la economía, la sustancia social que le da unidad a todo ese mundo. Con centros tan disparatados uno difícilmente puede sorprenderse del desarrollo de la teoría económica marxista. Una catástrofe.

Diego Guerrero se defiende (IV)


Quería terminar en este post la respuesta a Guerrero pero, desgraciadamente, tendría una extensión excesiva. Así que dejo para el próximo post el fin de esta seria. En éste, le contestaré a las objecciones 33 a 39. Como en los anteriores, mi primer comentario en azul y la respuesta de Guerrero en cursiva.

33) “Y es que, ¿qué son acaso los costes sino precios?”

Por supuesto, pero detrás de esos precios está la base de esos precios, y de eso estamos discutiendo, de si la base son los costes laborales objetivos o las pajas mentales de los consumidores.

El desprecio de Diego Guerrero a los deseos de los consumidores queda patente. Es por ello que desde el marxismo se pretende ningunearlos y que se adapten a sus precios. El consumidor no tiene ninguna importencia, actúa en función de los parámetros asignados por el Comité Central de Planificación.

Con todo, esta objeción sigue teniendo nula base. Primero, recordemos que la afirmación inicial de Guerrero a la que respondo es: al ser conscientes de la contradicción lógica que supone hacer depender lo previo (el precio) de algo que es posterior (el consumo), no tiene otro remedio que recurrir al coste de producción para explicar el nivel del precio. Ahora parece que el coste de producción también es un precio y que, por tanto, no hay problema en recurrir al precio para explicar el coste de producción. La de vueltas que puede un marxista dar para no reconocer que ha caído en un razonamiento circular.

Los costes de producción siguen siendo precios que necesitan de explicación y, por tanto, la critica inicial de Guerrero entra en contradicción con su matización posterior. De todas formas ya expliqué a Guerrero que la teoría de la utilidad marginal no hace depender el precio del consumo, sino de las valoraciones de los consumidores que son anteriores a la acción que acepta, rechaza o modifica una cierta estructura de precios.

Segundo, no existe nada así como un coste laboral objetivo, entre otras cosas porque ese coste sigue siendo, como reconoce Guerrero, un precio pendiente de explicación. Vemos otra vez cómo Guerrero no puede escapar a su contradicción y vuelve a hacer depender lo previo (el precio) de los posterior (los costes). Relean, por favor, la frase de Guerrero que está siendo objeto de crítica para comprender una vez más el absurdo que alcanza: "Por supuesto que los costes son precios, pero hay que explicar la base de los precios, que son unos costes que acabamos de decir que eran precios". Genial, digno de Marx, de Karl y de Groucho.

Tercero, el pretendido "coste laboral objetivo" que Guerrero quiere convertir en la base de su teoría de precios, simplemente, es un onanismo mental irreal. La noción de coste necesariamente hace referencia a un uso alternativo del recurso que no podrá realizarse (fines a los que se renuncia): allí donde la escasez no existe no hay coste (¿cuál es el coste de respirar?). Si, por ejemplo, compro una tonelada de papel por 1000 euros para editar un periódico, computaré esa tonelada, cuyo precio eran 1000 euros, como un coste de producción de mis periódicos, cifrado en 1000 euros. ¿Por qué supone eso un coste? Simplemente, porque podría haber gastado esos 1000 euros en bienes alternativos (reformar el edificio, contratar a más trabajadores, comprar papel reciclado, irme de vacaciones, incrementar los dividendos a mis accionistas...). Lo que gasto en papel no lo puedo gastar en otros proyectos. Por ello, si después de gastar ese dinero en un papel que adquirimos para producir periódicos, no recuperamos los 1000 euros, hemos perdido dinero: he gastado el papel (que es un medio para producir periódicos, que son un medio para obtener ingresos adicionales) en un bien que los consumidores no valoraban lo suficiente, y también he gastado mi dinero en proyectos que no me han servido para conseguir mis fines.

Por otro lado, el precio de 1000 euros supone mi coste, pero ¿qué había establecido que el papel tuviera un precio de 1000 euros? Pues, o bien porque a su propietario le proporcionaban un uso directo inferior al valor que atribuye a los 1000 euros, o que esperaba obtener de otros compradores un precio inferior a 1000 euros.

[Por cierto, nota al margen, vemos en este caso cómo opera la utilidad marginal en un supuesto muy sencillo. Un vendedor con varios compradores: la transacción se realizará a un precio comprendido entre la valoración mínima de los folios por parte del vendedor (si se le paga menos de lo que valora los folios no venderá), y entre la valoración máxima de los folios por parte del consumidor (si tiene que pagar más, no comprará). Y, en este punto, el valor es fijado entre el comprador marginal y el vendedor marginal. El comprador ha elevado lo suficiente el precio como para que los 1000 folios le sigan proporcionando utilidad y, en cambio, no se la proporcionen a sus compradores competidores. Si ahora suponemos que el vendedor saque 1000 folios más a la venta y nuestro comprador no los quiere comprar, es evidente que el vendedor tendrá que rebajar el precio para venderlos (ya que hemos dicho que a 1000 euros nadie más querría comprar) hasta, por ejemplo, 950 euros. Pero, claro está, si el vendedor vende a 950 los 1000 últimos folios, también tendrá que vender los 1000 primeros (ya que en realidad son perfectamente intercambiables) y, por tanto, los dos consumidores pagarán 950 por los 1000 folios. Es decir, en este caso, un vendedor y dos consumidores, el precio se sigue fijando entre el comprador marginal y el vendedor marginal]

En el caso de los trabajadores, este hecho no cambia. Primero, el empresario estará dispuesto a pagarles hasta su productividad marginal; no más. Y la productividad marginal queda definida como la contribución del trabajador adicional a los ingresos del empresario. Es decir, el empresario no puede disociar la producción extra con la expectativa de vender esa producción extra. En otras palabras, deberá atender a los precios que están dispuestos a pagar los consumidores para adquirir todos sus productos (en nuestro ejemplo de los folios, si el empresario se empeñara a no rebajar su precio a 950 cuando disponía de 2000 folios, 1000 de ellos se hubieran quedado invendidos). Por tanto, desde el punto de vista del empresario el límite máximo del salario viene determinado por su expectativa de ingreso (que a su vez viene determinada por la utilidad marginal de los consumidores). ¿Y desde el punto de vista del trabajador? En tanto el trabajo le supone un coste (especialmente temporal; pero recordemos que nuestra definición de coste parte de la utilidad, esto es, aquellos fines a los que debe renunciar), para decidirse a trabajar deberá valorar en más la retribución (el salario) que los fines a los que renuncia por trabajar.

La coste original y último de todo trabajo es el tiempo de ocio. Dado que nadie trabaja porque sí, siempre somos capaces de encontrar una actividad alternativa que hubiéramos realizado en caso de no tener que trabajar (aunque fuera el simple reposo). Por tanto, el coste original del trabajo es el valor que atribuimos a los fines que perseguimos durante nuestro tiempo de ocio (reposo, mantenerse en forma física, hablar con los amigos...). Sin embargo, el hombre necesita recurrir al trabajo, y puede hacerlo de una doble manera: o bien trabaja para sí mismo (esto es, se dedica a buscar los medios para sus fines) o establece una relacción contractual por el que alquila su tiempo (trabajo por cuenta ajena).

Pues bien, en este sentido, el coste para un empresario que pretende contratarme puede ser triple: el del valor de mi tiempo de ocio, el de la utilidad que conseguiría trabajando para mí mismo, el de la utilidad que conseguiría trabajando para otro empresario (es decir, básicamente el salario). De estos tres posibles costes, el coste que considerará el individuo será el que le proporcione más utilidad; así, supongamos que el que le proporciona una mayor utilidad sea el salario de un empresario que le paga 1000 euros al mes. Si nuestro empresario quiere contratarlo tendrá que mejorar semejante oferta. Por tanto, el límite mínimo en la fijación del salario será la utilidad que atribuya el trabajador al tiempo al que tendrá que renunciar en caso de que trabaje. En otras palabras, hemos demostrado que el límite máximo del salario viene fijado por la productividad marginal del trabajador y el mínimo por los usos alternativos del tiempo por parte del trabajador. Así pues, el salario se situará entre esos dos límites, en un punto que resulta imposible de determinar ex ante.

Sin embargo, es incorrecto hablar de coste objetivo como hace Guerrero, tanto por coste como por objetivo. Primero, el límite mínimo al que hemos hecho referencia no es todavía un coste, sólo lo será en caso de que el individuo decida renunciar a ese uso del tiempo. Por tanto, Guerrero vuelve a hacer depender lo que es posterior (el coste) de lo que es previo (el salario). En este caso, sólo cabe hablar de la utilidad que para el individuo tiene ese tiempo de trabajo u ocio. Segundo, aun cuando fuera coste, tendríamos al menos otro límite que influye tanto como el inferior y éste es la productividad marginal. Por tanto, los intentos de Guerrero de establecer los precios ex ante no tienen sentido y están abocados al fracaso, ya que el salario necesariamente se moverá entre esos dos límites. Tercero, el supuesto coste no podría tener nada de objetivo. No sólo porque resulta imposible fijarlo con anterioridad, sino también porque depende totalmente de las valoraciones subjetivas del trabajador: cuanto valora el uso alternativo de su tiempo (bien ocio o trabajo).

Así pues, hemos visto como en la determinación de los salarios sigue actuando la utilidad marginal. El límite máximo lo determina la productividad marginal que depende de la utilidad marginal de los consumidores, y el límite mínimo depende de la utilidad para el trabajador tanto del tiempo al que tendría que renunciar como del salario y las condiciones de trabajo que se le proponen.

34) “Es posible que muchos, la gran mayoría, de los empresarios fijen sus precios añadiendo un cierto interés a los costes”

Confunde interés y ganancia. Es típico de estos economistas porque creen que en el equilibrio a largo plazo la ganancia es 0.

Como hemos visto, los costes dependen de la utilidad marginal. Para muchos empresarios el valor de una unidad adicional de producción equivale al ingreso marginal (esto es, el ingreso que pueden obtener con ella) que dependerá de los costes más un cierto interés (pero, recordemos, que tanto el coste como el interés procede de la utilidad). Y sí, digo interés y no ganancia. Por supuesto, muchos otros empresarios fijarán los precios esperando obtener una ganancia o beneficio, pero todos lo harán esperando obtener, al menos, el interés. Si no lo hicieren serían descapitalizados (no podrías evitar la depreciación). Por ello, no confunde interés con ganancia, pero la obtención del interés es un caso mucho más general de la actividad empresarial.

El beneficio es siempre de carácter extraordinario, consiste en una suma monetaria que supera al interés del resto de negocios, de manera que el capital afluirá (aun cuando estamos hablando de un monopolio) y los beneficios desaparecerán, absorbidos por el interés. Voy a explicarlo brevemente con un ejemplo numérico, pero antes hay que tener claro qué es el interés. El interés es un porcentaje, reducir el interés no significa reducir los beneficios contables, sino sólo la rentabilidad. Por ejemplo, un interés del 3% de 1000, es 30, mientras que un interés del 20% de 100 es 20. Obviamente, el tipo de interés es mayor en un caso, pero no la remuneración en términos absolutos.

Pues bien, tenemos dos casos. Uno donde existe competencia directa y otro donde no. En el primero, si una empresa descubre un nuevo producto, sus beneficios se incrementarán. Supongamos que pasa a ganar 2000 euros al año, sobre un capital invertido de 10000 €. Esto supone un interés del 20%. En cambio, en las restantes industrias el interés de sus capitales es del 5% (por ejemplo, tienen invertidos 100 € y ganan 5). En este caso, es evidente que muchas empresas afluirán a producir lo mismo que la anterior y eliminarán sus beneficios. Al final, sólo quedará el interés, esto es, la retribución mínima para permanecer en el negocio. Por cierto, conviene hacer notar que unos beneficios contables gigantescos pueden suponer esta retribución mínima. Imaginemos una gran empresa cuyo capital esté valorado en 100 millones de euros. A un interés del 5%, sus beneficios serían de 5 millones de euros.

Segundo caso, no hay competencia directa. Aquí Guerrero dice que la ganancia no se eliminará, lo cual es falso. Estamos en el mismo caso que antes. La empresa gana 2000 euros sobre 10000, pero ninguna puede hacerle la competencia directa (quizá porque se guarde la fórmula bajo llave). En este caso, la empresa comenzará a acumular el capital de otras partes de la economía. Los inversores querrán invertir en ella y su producción aumentará. Así, otras partes de la economía se descapitalizarán y esta empresa aumentará su acumulación. Así, imaginemos que la empresa incrementa su capital hasta 25000 y sus beneficios en 2500. Por su parte, el interés en el resto de las empresas ha aumentado hasta el 10% (hay que pensar que la reducción del capital no reduce equivalentemente sus ventas, y por ello, al reducir el capital en menor medida que los beneficios contables, la rentabilidad se incrementa). En este caso, la empresa innovadora terminaría percibiendo el interés del mercado del 10%. Por tanto, sus beneficios habrian sido absorbidos por el interés.

Simplementos tres matices. Primero, ausencia de competencia directa no significa monopolio. Primero, porque es cada consumidor quien tiene que determinar si dos empresas compiten directamente por la satisfacción de sus fines (puede haber gente para quien Coca Cola y Pepsi sean competencia directa, o incluso Coca-Cola y Lanjarón). Segundo, la razón por la cual la reducción del capital no supone una reducción equivalente de los beneficios no es ni más ni menos que la utilidad marginal. Mientras que la cantidad se reduce, la utilidad de cada uno de esos productos se incrementa y, así, el precio también lo hace. De esta manera, la menor producción no supone una reducción proporcional de los beneficios, pues en parte se ve compensado por el mayor precio que estarán dispuestos a pagar los consumidores. Tercero, interés y beneficio contablemente reciben el mismo tratamiento, y son los beneficios contables. Con todo, desde el punto de vista de la teoría económica, como hemos visto, hay que distinguirlos.

En todo caso, vemos cómo Guerrero desconoce el proceso de mercado, y confunde interés con ganancia.

35) “pero ello en ningún momento significa que los precios se fijen en función de los costes, ya que precisamente el empresario confía en pagar esos costes porque supone que las ventas de sus productos le permitirán pagar a los factores productivos y obtener un cierto interés. Si las apreciaciones son erróneas (es decir, si el precio que espera que los consumidores paguen para poder financiar la producción supera la gran mayoría de las utilidades marginales de los consumidores), entonces el empresario no podrá pagar los salarios, los intereses y las rentas. Quebrará a menos que reduzca el precio. Y si al reducir el precio puede dar salida a la producción pero no puede pagar a sus factores productivos tanto como prometió (esto es, más de lo que les pagarían en otros usos alternativos), la producción se paralizará.”

El capitalista fija los precios al precio medio que determinan las condiciones (técnicas y sociales) laborales existentes y la ganancia media. Si a ese precio no cubre costes, se debe a que otros capitalistas más eficientes sí los están cubriendo. Por tanto los primeros tenderán a desaparecer y los segundos irán absorbiendo una cuota creciente del mercado. Todo esto se rige por la ley del valor-trabajo.

Obsérvese además algo típico: poco a poco, en su exposición, estos economistas se van olvidando de los rollos mentales de las cabezas de los consumidores y terminan por fijarse en lo que importa: las condiciones objetivas de trabajo. No les queda otra


Como hemos visto, estas apreciaciones son falsas. Primero, las condiciones técnicas y sociales no determinan ningún precio medio, ya que ese "coste objetivo del trabajo" es un precio. Segundo, como hemos comentado otras veces, es la acción humana la que crea tanto las condiciones sociales como los precios y las crea atendiendo a sus valoraciones y prioridades. Tercero, no hay nada malo en que los capitalistas más eficientes (esto es, los que economizan mejor los recursos y, por tanto, sirven mejor a un mayor número de consumidores) alcacen mayor cuota de mercado. Cuarto, sin embargo, dado que el número de capitalistas no es fijo y que, como hemos visto, el capital no se mueve por valores absolutos, sino por rentabilidades relativas, ninguna casta podrá perpetuarse en el mercado. Por ejemplo, si yo consigo transformar un capital de 10 € en 20, los inversores empezarán a proporcionarme el capital (ya que daré rentabilidades mucho mayores que otros empresarios). Quinto, el crecimiento excesivo de los empresarios les impide calcular tan adecuadamente como a los pequeños empresarios, por ello estos últimos tendrán mayores facilidades para proporcionar rentabilidades superiores. Sexto, en todo caso, si las empresas crecieran desbocadamente, tendrían el mismo problema que el socialismo: no podrían calcular y, por tanto, se hundirían.

Y ninguno de estos procesos viene determinado por la mística del valor-trabajo. En todos casos, hablamos de servir a los consumidores; el éxito o fracaso de una empresa depende enteramente de esto. Y sus costes, como ya hemos visto detalladamente, también. Así, que no sé a qué viene lo de "olvidarse de los consumidores". ¡Cómo si toda la estructura productiva no dependiera de la satisfacción de sus deseos! ¡Cómo si las rentas a los factores productivos que paga un empresario no lo hace con la expectativa de poder vender sus productos computando estas rentas al interés vigente en el mercado!

36) “Por tanto, la utilidad marginal sigue gobernando el valor de los bienes y servicios. Si el empresario paga más a los factores productivos que su productividad marginal, la empresa quebrará. Si les paga menos, simplemente no podrá contratarlos (pues otro empresario los contratará pagándoles un poco más hasta su productividad marginal). Y la productividad marginal es una productividad en términos de valor, esto es, sobre los ingresos adicionales que proporcionan; el ingreso viene determinado por el precio; y la utilidad marginal domina el precio.”

La productividad marginal de cualquier factor aislado es cero. Si la empresa farmacéutica adquiere un kilo más de “carboximetilalmidón de sodio” del que se puede mezclar con el “silicato alumínico magnésico” para hacer una pastilla más, entonces esa unidad adicional de “carboximetilalmidón de sodio” no produce nada.

La capacidad analítica de Guerrero sorprende. Primero, la productividad marginal de un factor aislado NO es cero, eso supondría afirmar que el ser humano es un vegetal, y si es un vegetal no sólo será cero en el caso del trabajo aislado. Segundo, el hecho de que la productividad marginal de una unidad aislada sea muy pequeña, no significa que el de esa unidad no aislada lo sea o que no exista. Por ello, los empresarios esperan que ese trabajador les proporcione unos ingresos superiores a su salario (cuya determinación ya hemos estudiado). Tercero, la marginalidad va acompañada de la unidad de referencia. Es dudoso que una pastilla sea la referencia para una gran farmacéutica. Ni siquiera es posible que lo sea una caja de pastillas. En estos casos, es el empresario quien efectúa los cálculos en función de sus unidades marginales. En ese caso, puede que la unidad marginal sea una tonelada de pastillas. Sobre esos términos se efectuará el cálculo (así también, tantas toneladas de "carboximetilalmidón de sodio" serán las unidades para las que se calculará su productividad marginal en relación con la produccion de una tonelada de pastillas que se espera vender a un determinado precio).

Por ello he señalado antes que el cálculo en las empresas pequeñas es mucho más preciso que en las grandes, porque las unidades de referencia suelen ser más pequeñas y, por tanto, se tienden a minimizar costes. Con todo, hay que tener presente, claro está, que el menor despilfarro que efectúa una empresa pequeña por un cálculo más preciso, puede quedar, y normalmente queda, desplazado por la superior economización que una empresa grande puede realizar con una estructura de capital más desarrollada.

Por último, el como ya hemos destacado en los posts anteriores, el hecho de que para producir una tonelada más de un producto se necesite la concurrencia de dos factores productivos insustituibles, en absoluto implica la imposibilidad de obtener la productividad marginal. Por ejemplo, si yo espero vender un kilo de A por 100 euros y para obtener A necesito adquirir B y C, queda claro que la productividad de B y C tiene un valor de 100 euros. Si yo adquiero B por 10, estaré dispuesto a pagar hasta 90 por C. Si, en cambio, no puedo adquirir B y C por menos de 100 (puede que B me coste 1 euro, pero C 100), entonces no adquiriré B y C, su productividad marginal no superará la de sus costes (esto es, usos alternativos).

37) “Es curioso como los marxistas pretenden endosarnos que los empresarios determinan el precio y, en cambio, no aplican esa misma lógica a los trabajadores. Si los que ofrecen las mercancías fijan, a través de sus costes, los precios en el mercado, los trabajadores, que ofrecen su trabajo, deberían fijar a través de su coste psicológico su salario.”

Los empresarios no determinan el precio a su antojo. Eso lo creen los teóricos del capitalismo monopolista, como Lenin, no Marx. El precio lo determinan las condiciones objetivas de producción y trabajo, es decir la explotación y la competencia entre capitalistas rivales que tienen que luchar por su supervivencia y por su enriquecimiento por medio de la misma arma fundamental siempre: la acumulación, que es lo que les permite a algunos reunir (o no) las condiciones técnicas precisas para producir más barato que los demás. Por tanto, tampoco los trabajadores fijan su salario, sino wue éstos se determinan por esas mismas condiciones objetivas e impersonales.

Como ya hemos explicado, las condiciones de producción ni son objetivas ni, mucho menos, pueden disociarse del valor y de la utilidad marginal. Por otro lado, vuelve a caer en un razonamiento circular, si antes nos decía que los precios dependían de los "costes laborales objetivos", ahora nos señala que los salarios (esto es, los costes laborales objetivos del empresario) se fijan por una "condiciones objetivas e impersonales". Esto no es economía, estamos ante una teología, un catecismo, un credo. ¿Cómo pueden existir unas condiciones de producción sin una remuneración para el capital y el trabajo? Es simplemente ridículo. Precisamente, dependiendo de la remuneración, esas condiciones "objetivas" se modifican. Si los salarios aumentan, el fondo de subsistencia se reduce y llegamos a una estructura de producción menos capitalizada. No sólo eso, también dependiendo del salario, el trabajador decidirá o no ser contratado para tal empresa. Y, en ese sentido, las condiciones objetivas se verán modificadas por las condiciones y apreciaciones subjetivas. No existe objetividad más allá de la actitud que los actores tomen con respecto a esa objetividad.

Por tanto, no tiene sentido hablar de condiciones objetivas, sin referirnos a los valores que son los que construyen, a través de la acción, esas condiciones de producción. Y no tiene sentido decir que esas condiciones fijan los salarios porque, como ya hemos visto, influyen dos límites, uno determinado por la productividad y otro por la utilidad marginal del trabajador.

38) “¿qué es la productividad marginal sino el valor de los bienes adicionales producidos que se destinarán a la venta? ¿Y cuál será, pues, para el empresario el valor de esos bienes sino el precio al que se puedan vender? Por tanto, la productividad marginal será el ingreso adicional que proporcionarán los trabajadores al empresario.”

A la producción de riqueza (no confundir con el valor) contribuyen todos los factores unidos (unidos por cierto en un proceso de trabajo organizado). Por tanto, la productividad marginal (en valores de uso) de cierta cantidad de trabajo, junto a cierta cantidad de “carboximetilalmidón de sodio”, de “silicato alumínico magnésico” y de los demás componentes que entran en la pastilla, es precisamente la pastilla. Por tanto, no puede sorprender que el valor de la pastilla sea el valor de la pastilla. Cuál sea éste, los austriacos no lo explican ni pueden ni podrán hacerlo nunca.

Esto es, de nuevo, completamente acientífico. El hecho de que la producción se realice conjuntamente, no significa que no puedan realizarse incrementos o reducciones marginales en los factores productivos. Por ejemplo, cuando tengo contratados a 1000 trabajadores, ¿contrataré a uno adicional? ¿De qué dependerá? Pues obviamente de su productividad marginal y del precio mínimo que quiera cobrar. Si sus pretensiones superan a su productividad no lo contrataré.

En otras palabras, la productividad marginal se plantea la imputación de los ingresos que tienen que ver específicamente con un factor de producción adicional. Parece que Guerrero se sorprenda, quizá será que nunca ha oído hablar (ni, por supuesto, habrá estudiado) de la contabilidad de costes. Ni, por supuesto, tampoco sabrá qué son los rendimientos decrecientes, esto es, la productividad marginal decreciente resultado de incrementar un factor manteniendo los restantes inalterados.

La cuestión, por tanto, es: ¿cuántas pastillas más obtendré si contrato a un nuevo trabajador? Obviamente, si las pastillas deben estar formadas por una cierta composición, el número será el mismo, pero no así su velocidad (lo cual es fundamental a efectos del interés). Por tanto, la cuestión será, ¿con cuánta rapidez adicional obtendré las pastillas si contrato a un nuevo trabajador? ¿Es esto irrelevante? Obviamente no. Un simple ejemplo, si al contratar a un nuevo trabajador obtengo 1000000 pastillas un mes antes, y suponiendo un precio de 1 euros por pastilla, mis beneficios contables serán de cien mil euros. Dado que los he obtenido un mes antes, podré capitalizarlos también un mes antes, lo cual, puede suponer, a un interés anual del 10%, alrededor de 8000 adicionales al mes. Por lo tanto, no estamos ante un asunto baladí.

También, un trabajador puede suponer una mejora en la eficiencia productiva (sobre todo, en caso de ingenieros o directores), de manera que su productividad marginal vendría a equivaler a la riqueza adicional creada.

Por no hablar, claro está, del caso más habitual: esto es, que el empresario valore la productividad marginal de un trabajador y del número necesario de materias primas que necesita para incrementar la producción. Así, si por ejemplo sabe que ese trabajador puede producir 500 mesas en un mes, y que podrá vender esas mesas por 100 euros en el mercado, su productividad marginal tendrá un valor de 50 mil euros, ahora bien, dado que tendrá que proporcionarle las materias primas, por ejemplo, por valor de 40 mil euros, su productividad marginal será, a la postre, de 10 mil euros. Tengamos en cuenta que muchos otros factores de producción (especialmente el capital) no se han incrementado.

Por último, los austriacos claro que explicamos el valor de la pastilla o de la mesa. Si, por ejemplo, los consumidores no están dispuestos a pagar más de 50 euros por una mesa (o sólo 100 consumidores están dispuestos a pagar 100 euros por una), es evidente que el precio o será menor o no será. El trabajador tendrá que ver reducido su salario a su productividad marginal y, en caso de que esa reducción le suponga cobrar menos que en otra empresa donde los salarios sean superiores, abandonará la producción y la producción de mesas se paralizará. ¿Cuál será el precio de las mesas? Pues vendrá determinado entre el margen del coste marginal de las mesas y la disponibilidad al pago del consumidor marginal. Un precio más bajo supondría reducir la producción (pues no cubriría los costes) y un precio más alto impediría al consumidor marginal adquirirla. Y, en todo caso, la demanda de factores productivos, para alcanzar una cierta producción, dependerá del precio al que se espera vender y de la cantidad que, a ese precio, se espera vender. Y tanto el precio como la cantidad dependerán de la utilidad marginal.

39) “Böhm-Bawerk solía poner un ejemplo bastante ilustrativo. Imaginemos una locomotora que tiene cuatro vagones. ¿Por qué se mueven los vagones? Porque la locomotora se mueve. Ahora bien, muchos podrían decir, ¿por qué se mueve el cuarto vagón? Aparentemente porque se mueve el tercero; es decir, estarían explicando los precios (cuarto vagón) en función de los costes (primer, segundo y tercer vagón) y no de la utilidad (locomotora). No obstante, el problema sigue en pie. ¿Por qué se mueve el tercer vagón? Porque se mueve el segundo. ¿Y por qué se mueve el segundo? Porque se mueve el primer. Pero, ¿por qué se mueve el primero? Aquí los defensores de la teoría del precio-coste no tienen respuesta; la locomotora mueve el primer vagón que a su vez mueve a los restantes. La utilidad es el determinante último de los precios.”

Habrá que rebautizar a la teoría utilitarista del valor como teoría “ferrocarrilera”. El tren se mueve porque los trabajadores lo hacen moverse, y lo hacen con la ayuda de medios de producción que también construyeron y pusieron y ponen en movimiento otros trabajadores. Teoría laboral pura.

La locomotora se mueve porque los trabajadores la hacen moverse, genial. ¿Pero por qué la hacen mover y en qué dirección? Precisamente la mueven en la dirección de la satisfacción de sus necesidades, esto es, la locomotora sigue siendo la utilidad que determina el curso de la acción. Claro que en este caso Guerrero no ha expiclado nada; decir que los trabajadores la mueven no resuelve su razonamiento circular. ¿Qué determina los costes (precios) sino la utilidad? ¿Los costes laborales objetivos? ¿Las condiciones objetivas de trabajo? ¿Y qué son los costes laborales si no precios? ¿Y cuáles son las condiciones del trabajo si no aquellas determinadas de acuerdo con las valoraciones y utilidades de los agentes? ¿Es qué los trabajadores van a producir algo que no quieren? ¿Es qué los trabajadores van a vender una cantidad de mercancías a un precio superior al que los consumidores están dispuestos a comprarlas? ¿Es qué van a renunciar a su ocio para trabajar en una tarea que no dará frutos? ¿Es qué su ocio no lo valoran y no le asignan una utilidad? Teoría de la utilidad marginal pura. Eso sí, habrá que rebautizar la teoría del valor trabajo como la "teoría del ferrocarril averiado".

Diego Guerrero se defiende (III)


Continuamos con la respuesta a Diego Guerrero. En este post analizaremos las 15 siguientes objeciones. Como antes, mis comentarios iniciales en azul y la respuesta de Guerrero en cursiva.

18) "Sin utilidad marginal la demanda de agua y alimento serían infinitas"

¿Por qué? ¿Acaso Rallo, cuando sale a cenar se empazurra y atiborra permanentemente? ¿Acaso cena tres o mil veces al día? Las necesidades humanas son limitadas, lo que ocurre es que el capitalismo limita más las de unos humanos que las de otros.

Es discutible que los fines humanos sean limitados, entre otras cosas porque la inexistencia de fines significaría el fin de la acción y, por tanto, del mismo ser humano. Lo que es evidente es que los medios para satisfacer nuestras necesidades sí lo son. Precisamente porque esos medios son limitados tenemos que economizarlos y precisamente porque tenemos que economizarlos (es decir, tengamos que distribuirlos entre fines más y menos importantes) otorgaremos mayor valor a aquellos medios que se dirijan a los fines prioritarios.

Es curioso que pueda sostenerse que el valor depende de las condiciones de producción, obviando que un incremento de la cantidad del bien necesariamente lo dirige hacia fines inferiores y, por tanto, hacia fines menos valorados. ¿Qué ocurre cuando el trabajo necesario para producir un bien no varía pero su cantidad aumenta (por dirigir mayor número de trabajadores a tal empresa)? ¿Seguirá siendo idéntico el precio? Es decir, Guerrero sugiera que los consumidores seguirán adquiriendo la misma cantidad de bienes que antes y al mismo precio. Ahora nos dice que los consumidores se saturan, ¿y qué ocurre entre la satisfacción y la saturación? ¿Acaso no pueden estar dispuestos a comprar una mayor cantidad de bienes en caso de que su precio sea ligeramente inferior? En otras palabras, ¿acaso el precio de un bien se mantendrá cuando su cantidad aumente (suponiendo que la valoración de los consumidores no cambia)? Guerrero parece suponer que sí, lo cual es absurdo pues implica no integrar la inexistencia de una demanda infinita.

¿Quién querrá adqurir mercancías adicionales cuyo precio (coste) sea superior a la satisfacción que le proporciona? Y si nadie quiere comprarlas, ¿acaso su precio permanecerá igual? En la práctica se nos dice, como ya hemos visto, que las personas intercambian sus bienes en función del trabajo incorporado y no de sus necesidades. Ya que, en otro caso, se daría cuenta el autor de que las necesidades modulan la producción y, por tanto, el precio.

19) “Guerrero confunde los términos. Su descripción no explica por qué la demanda tiene pendiente negativa, sino el denominado efecto renta. En pocas palabras, el efecto renta viene a decir que toda rebaja del precio de un bien ocasionará una expansión de la demanda con cargo al nuevo poder adquisitivo. Esto es, si el precio baja de 100 a 50, me ahorro 50 euros que ahora puedo gastar y antes no.
Sin embargo, el efecto renta presupone las curvas de demanda con pendiente negativa, no las explica.”

Nadie duda de lo que ya Marx llamaba la ley de la demanda (la forma decreciente de esa curva). Pero la teoría laboral del valor permite entender por qué el cambio técnico y la productividad creciente del trabajo rebajan con el tiempo la curva de “oferta a largo plazo” (es decir, el precio de producción marxiano) y por qué, sea cual sea la demanda, el precio baja como consecuencia. Pues bien: esos cambios en la oferta son la base real del efecto renta.

¿Nadie duda de la curva de demanda negativa? ¿Y cuál es su fundamento? Precisamente que los nuevos medios se dirigen a fines decrecientemente satisfactorios. Y es la existencia de esos fines decrecientemente satisfactorios lo que explica la organización de la producción, y no "las condiciones técnicas" que son posteriores a la expectativa de esos fines. En otras palabras, el empresario comienza su negocio en aquellos sectores que sean valorados por los consumidores -y en la extensión en que sean valorados. Por ejemplo, no podrá detraer factores productivos de otros negocios donde son más valorados. "Las condiciones de producción", por tanto, son un resultado de ese valor decreciente de los consumidores. No hay condiciones previas, pues no existe organización productiva sin expectativa de ganancia y no existe expectativa de ganancia sin utilidad. Y no existe utilidad sin utilidad marginal decreciente.

Es más, en tanto esos valores cambien, "las condiciones productivas" que, según Guerrero, explican el precio y los intercambios se verán modificadas. Por ejemplo, si hoy dejamos de valorar los ordenadores (por la razón que sea) desaparecerán del mercado, aun cuando las condiciones de producción no hayan variado. Y esas condiciones, acto seguido, se verán modificadas, incidiendo sobre otras condiciones de producción de otros sectores. ¿Y en qué medida incidirán? En la medida en que los consumidores valoren los bienes y servicios resultados de esas actividades. Por ejemplo, no se invertirá un excesivo número de trabajadores en un sector que haga incrementar el número de mercancías (y por tanto reducir su precio) hasta un punto en que los costes (de oportunidad) superen a los ingresos.

20) “Imaginemos un señor cuyo sueño vital es viajar a la luna, sin embargo no tiene suficiente dinero para ello aunque renuncie a todos los placeres de la vida actual. Sin embargo, imaginemos que se produce un descenso en el precio de todas las mercancías, de manera que, al final, renunciando a casi todos sus bienes, puede viajar a la luna. Ello no iría en contra de la ley de la demanda; el hecho de que bajara el precio de todo y disminuyera su cantidad demanda sería perfectamente lógico.”

Aquí confunde Rallo el desplazamiento a lo largo de la curva de demanda con el desplazamiento de la curva de demanda hacia la izquierda. Si fuera un estudiante mío, lo suspendería.

Agradezco no haber sido alumno de Guerrero, especialmente por su escaso bagaje teórico. Difícilmente puedo confundirlo cuando estoy diciendo que los efectos sustitución y renta NO van contra la ley de la demanda: es decir, el desplazamiento a la izquierda de la curva de demanda individual del resto de bienes de la economía (a excepción del viaje a la Luna) ha habilitado a nuestro consumidor poder pagar el precio para viajar a la Luna (esto es, desplazarse a lo largo de su curva de demanda individual para ir a la Luna). Por tanto, no sé quién es el confuso.

Lo que vengo a destacar es que la existencia de medios habilita la satisfacción de los fines y, por tanto, puede inducir a cambios en la acción humana y a restricciones sobre los otros fines. Si yo oriento mi vida a viajar a la Luna, es evidente que tendré que sufrir un entrenamiento, una disciplina y un ahorro mucho mayor que quien aspira a mantener una vida rutinaria. Desde un principio conformo mi vida de ese modo y mi objetivo es conseguido de manera gradual. Pero a veces hay cambios bruscos: yo puedo no contemplar la posibilidad de ir a la Luna (por pensar que no es factible), pero, de repente, serlo. En ese caso, mi estructura de consumo se vería modificada.

21) “Imaginemos que un señor compra un bien "a causa de su elevado precio". La ley de la demanda y la utilidad marginal no dejan de aplicarse por el hecho de que, al caer el precio, el señor deje de comprar ese bien; y es que la causa que fundamentaba su adquisición ha desaparecido. Aunque físicamente es el mismo bien, en la apreciación subjetiva del individuo no (no sirve al fin, por ejemplo, de fardar ante sus amigos de poder adquisitivo).”

Ídem. Ahora la curva se desplaza a la izquierda porque han variado los gustos. Da igual que lo consideremos como uno de los efectos Veblen o no.

Precisamente por eso. Es increíble cómo algunos pueden llegar a contradecir por no entender qué se está diciendo. Si la imagen que tiene del bien ha variado, la curva de demanda se desplaza a la izquierda: es otro bien y, por tanto, corresponde otro tipo de demanda (menor, por haber perdido una de sus características importantes). La ley de la demanda relaciona la cantidad con el precio, "ceteris paribus", es decir, manteniendo el resto de factores constantes. Si yo digo: "que cambien los factores no refuta la ley de la demanda, basada en la constancia de factores", ¿cómo puede Diego Guerrero acusarme de no entender que la ley de la demanda se basa en la constancia de factores?

Quiero matizar, simplemente, que estoy hablando en términos neoclásicos. Ni siquiera la cláusula "ceteris paribus" merece una consideración científica.

22) “si los bienes Giffen refutaran la ley de la demanda, como hemos dicho, su demanda debería aumentar conforme su precio sube, lo cual es simplemente absurdo”

En efecto, absurdo “simplemente”, es decir sin necesidad de creerse el artificio de la utilidad marginal.

Supongo que Guerrero llega a este punto dándose cuenta de que no ha entendido nada. Claro que los bienes Giffen son absurdos, en eso coincidimos. Y precisamente porque son absurdos, no sirven para refutar la utilidad marginal decreciente, como muchos han intentado.

23) “sin utilidad marginal decreciente, la demanda de los bienes con una elevada utilidad sería infinita”

Negar la utilidad marginal decreciente como fundamento de la curva de demanda no significa ni implica afirmar una supuesta ley de la utilidad marginal creciente. Aquí da Rallo un salto lógico. Sencillamente, la derivada de la utilidad no se puede calcular. Saber que tres periódicos dan más utilidad que dos, y dos más que uno, no informa nada sobre la utilidad marginal. La utilidad, tanto objetiva como subjetiva, existe; pero la utilidad no se deriva matemáticamente como tampoco se derivan el amor, la amistad o la pereza.

Aquí volvemos a otro de los típicos errores de Guerrero que ya tratamos en el punto 16 y en un post anterior. La utilidad marginal NO es absurda por el hecho de que no exista la derivada de la utilidad, en todo caso sería absurda la derivada como instrumento matemático para aproximar la utilidad marginal.

Y por supuesto que negar la utilidad marginal decreciente significa negar la curva de demanda negativa. ¿Por qué acaso debería decrecer la demanda conforme aumenta el precio? O dicho de otra forma, ¿por qué debería aumentar cuando disminuye? Si yo no admito que la cantidad adicional de un bien disminuye su valor (por dirigirse hacia fines inferiores), ¿puedo admitir que la utilidad de los bienes disminuye? Y si lo admito, ¿en qué debo basarla sino en la cantidad y, más concretamente, en la progresiva reducción del valor de los fines a los que se dirigen?

24) “Al final, negar la utilidad marginal decreciente es equivalente a negar la existencia de fines en la acción humana. Si existen fines estos tendrán que ordenarse de mayor a menor importancia para el sujeto, habida cuenta de la escasez de medios y tiempo. Por tanto, si negamos esa jerarquía estamos señalando que todos los fines son igualmente relevantes (esto es, igualmente irrevelantes) y que la acción humana no es teleológica, sino aleatoria, reactiva o dirigida.”

Ya he explicado que la jerarquía de necesidades es un hecho. Pero no explica los precios. Primero, dicha jerarquía existía en sociedades en las que no había precios, y existe y existirá siempre. Pero para explicar los precios se necesita otra cosa. Si A prefiere la carne al pescado, y B al revés, ¿qué tiene que ver eso con la formación de los precios?

¿No existían precios? Parece que Guerrero se refiere a precios más o menos estables. Precios han existido siempre, desde el comienzo del intercambio. Cuando dos mercancías se intercambian se hacen por "un precio". Si yo vendo mi finca por 1000 vacas, el precio de mi finca son esas 1000 vacas, y el precio de una vaca 1/1000 de finca. Ahí tenemos el precio, basado precisamente en la utilidad (como implícitamente parece reconocer Guerrero, esto es, que la jerarquía guiaba los intercambios cuando no existían precios). No conviene, pues, confundir precio con "ratio estable" y mucho menos con "ratio monetaria". El precio es una relación histórica de intercambio que, en las sociedades modernas, generalmente puede expresarse en dinero. Sin embargo, no olvidemos que todos los precios son reversibles: si una Coca-Cola vale un euro, estoy diciendo que también se ha vendido, o se espera vender, un euro por una Coca-Cola.

Los precios estables surgen con el appraisement empresarial. No necesariamente son ratios de intercambio pasados (esto es, no necesariamente suponen una serie histórica de intercambios), sino que son ratios a las que se espera intercambiar en el futuro (cuando sí devendrían ratios históricas de intercambio).

Por tanto, pensar que esta jerarquía sí existe pero que no tiene nada que ver en los intercambios y, en consecuencia, en la determinación de esas ratios llamadas precios es del todo ingenuo. Por otro lado, ya explico en los puntos 10 y 11 la razón de los precios en relación con esta jerarquía de preferencias. También lo expliqué más detalladamente en el proceso de appraisement empresarial aquí: los factores productivos se van dirigiendo hacia las finalidades más importantes (es decir, en función de su productividad marginal, calculada de acuerdo con la utilidad marginal de la producción), el precio suele fijarse como agregación de los costes más el interés (si bien, todo el empresario tiene en cuenta antes de emprender un negocio la posibilidad de vender a unos precios determinados por la utilidad marginal) y la utilidad marginal determina el éxito o fracaso de ese producto. Sin embargo, no olvidemos que los costes agregados dependen, a su vez, de la utilidad marginal de otros bienes.

Pongamos un ejemplo numérico muy simple pero que ayudará a entenderlo. Tenemos el producto A y el producto B. El producto A es más valorado que el B, y necesitamos para su producción pagar unas rentas al trabajo de 300 y al capital de 700. Por otro lado, el producto B necesita pagar unas rentas al trabajo de 300 y al capital de 200. Supongamos que no hay interés, el precio al que venderá A será 1000, si el consumidor sólo está dispuesto a pagar hasta 900, quebrará. Si en cambio, están dispuestos a pagar hasta 1000 (o más) se mantendrá en el negocio. ¿Qué ocurre con sus costes? En principio, si sus trabajadores son perfectamente sustituibles con los de B, las rentas al trabajo tenderán igualarse (lo cual en muchos casos es un supuesto poco realista), ya que podrá contratar a los trabajadores de B pagándoles un poco más. Es por ello que asumimos que serán idénticas.

Con la especialización los trabajadores de A tienen a percibir el producto marginal de su trabajo, sin especialización, obviamente, se percibe el producto del trabajador marginal (esto es, del último trabajador que pueda contratarse siendo sustituible), allá donde esté. Por tanto, indirectamente el producto B determina los costes de A. ¿Pero de qué dependen los costes de B? De su propia productividad. El empresario B puede pagar a sus trabajadores 300, porque espera que el consumidor le pague 500 por su producto. Por tanto, el valor del trabajo viene determinado por el producto marginal. Nuestro caso no variaría en caso de que los trabajadores de A estuvieran absolutamente especializados (y no fueran sustituibles). En ese caso tendríamos dos productos donde los trabajadores cobrarían según sus productividades y éstas quedan determinadas por el valor del producto (valor atribuido por los consumidores según la utilidad marginal decreciente).

25) “Pero claro, si la revolución marginalista hubiera ocurrido un poco antes, el marxismo ni hubiera nacido”

El marginalismo es anterior al marxismo, y no debe confundirse con el utilitarismo. El gran Cournot era marginalista pero no utilitarista sino defensor de la teoría del valor de Ricardo. Lo que hacen Marx y sus buenos discípulos, como Rubin, es desarrollar ideas perfectamente compatibles con Cournot.

Marx escribió El Capital en 1867. Jevons y, sobre todo, Menger, sus Principios en 1871. Por supuesto hablo de utilidad marginal decreciente.

26) “En otras palabras, cuando yo adquiero una unidad adicional, el valor de todas las restantes unidades disminuye. ¿Por qué? Sencillamente porque las unidades son intercambiables y, por tanto, ya no hay última unidad, sino un stock de unidades que permiten satisfacer hasta determinado fin (fin marginal). Por ejemplo, si yo tengo cuatro sacos de cereales y el último lo dedico a alimentar a los cerdos, el valor de un saco de cereales es el de alimentar a los cerdos. Si adquiero un nuevo saco para darlo a los más necesitados, el valor de un saco -de cualquier saco- pasa a ser el de alimentar a los pobres. Todo ello aunque yo imprima en cada saco una etiqueta diciendo "Destinado al consumo humano", "Destinado a alimentar a los cerdos", etc... Y es que, si me roban el saco destinado a alimentar a mi familia, no por ello moriré de hambre, simplemente dejaré de ser caritativo con los pobres.”

Dejando aparte que queda clara la concepción social de Rallo al hacer explícito que para él vale más el cereal con que se alimenta a los cerdos que el que sirve para alimentar a los pobres –y que, por tanto, si a él le roban el saco no se morirá el de hambre él sino los pobres–, el principal punto de interés es que no sale de la misma idea de siempre. Este hombre es un hombre de una sola idea. Vale: el último saco se valora menos que el primero, así como el último litro de agua más que el primero, etc. Pero ¿qué determina lo que valen el agua y el saco en el mercado? No puede ser un simple principio tan general y banal como el que usa él.

Dejando aparte que no Guerrero no entienda que quizá el cerdo pueda servir para alimentar a mi familia o a los propios pobres una vez engordado, y dejando aparte que si me roban a mí los pobres pueden tener otras fuentes de aprovisionamiento, ya he explicado largo y tendido cómo todo esto determina el precio. Simplemente deprimente que Guerrero haya sido incapaz de pensar en ello, de manera especial cuando se lo explico largo y tendido en los cuatro primeros posts.

27) “Lo importante es el valor que influye y determina la acción, no la satisfacción experimentada una vez se haya actuado”

¿Y cuál es el valor que influye y determina la acción? El precio, claro está. Luego es el precio, determinado por las cantidades de trabajo, lo que determina las utilidades subjetivas, y no a la inversa.

Esto es simplemente acientífico. Los precios son un resultado de la acción, no la acción de los precios. Lógicamente toda acción va antes que el precio, por tanto estos no pueden determinar la acción, sino que tienen que surgir de ella. La utilidad de comer caviar, para mí, es independiente de su precio. Que yo ahora no pueda comer caviar no significa que sea del todo inútil, simplemente significa que el coste de consumirlo ahora supera a sus beneficios. ¿Y cómo se determinan los costes y los beneficios sino a través de las utilidades?

28) “Tenemos tres modalidades de formación de los precios en una economía libre. Negociación inter partes, el comprador fija el precio, el vendedor fija el precio. En la negociación inter partes, comprador y vendedor negocian un precio para el intercambio. Obviamente, este precio se situará entre el valor del fin inmediatamente anterior al que satisface el bien en cuestión para el comprador (de manera que si el precio se fija en una cantidad monetaria que sirva para conseguir fines de mayor valor obligaría al comprador a declinar la oferta) y el valor del fin inmediatamente superior al que satisface el bien en cuestión para el vendedor(de manera que si el precio se fija en una cantidad monetaria que sirva para conseguir fines de menor valor obligaría al vendedor a declinar su oferta).”

El valor relevante para el vendedor es el que le permite obtener la tasa media de ganancia sobre sus costos de producción (cantidades de trabajo). Los capitales reguladores lo establecen, digamos, al nivel de 17 euros (si fuera superior, la rentabilidad sería superior a la media, esto atraería a más capitales y el incremento resultante en la oferta haría bajar el precio de nuevo a 17). Los “valores” de los diferentes consumidores pueden ser los que sean, por ejemplo 17, 28, 345 o 1562. Lo único que sabemos es que son superiores a 17 y que el precio, según Rallo, se mueve entre esos límites. Pues no: al final el precio se fijará en 17, y por tanto es el trabajo el que determina el precio, y no las utilidades de los diferentes consumidores.

Lo cierto es que el tipo de interés del mercado determina la composición de los capitales. Pero el tipo de interés, nuevamente, depende de la utilidad y, en concreto, de la utilidad intertemporal (o preferencia temporal). Si yo no quiero o no necesito consumir hasta dentro de un año, puedo emprender un proceso indirecto de producción mucho más productivo cuya maduración llegue dentro de un año. Eso me permitirá exceder el valor inicial invertido en un % (imaginemos que invierto 10 euros y al cabo de un año produzco 20, en ese caso el interés sería del 100%). Lógicamente, allí donde el interés sea superior, afluirán los capitales, lo cual hará reducir el interés y lo incrementará de allí donde se hayan ido. La cuestión, con todo, es qué determina ese interés. En el ejemplo que he puesto, invierto 10 euros durante un año y produzco 20, tenemos tres elementos: la utilidad de la inversión inicial, el tiempo de maduración y la utilidad de la inversión final. En los tres casos, hablamos de utilidades y de valores subjetivos.

Por ejemplo, si no estoy dispuesto a esperar un año, valoraré mucho más los productos que maduren a, digamos, un mes, de manera que, por ejemplo, su valor sea 50. Esto provocará que el capital se concentrará en estos productos, yéndose de los productos que maduren a un año (hasta el punto de que la descapitalización podría ser completa si las rentabilidades en los períodos anteriores a un año siguen superando la del 100%).

Por otro lado, si el precio del producto es inferior a la utilidad marginal, por supuesto, como ya hemos comentado, existirá una tendencia a que el precio se mueva alrededor de esa utilidad marginal. Precisamente por la competencia y por la propia incapacidad del empresario para hacer pagar a los consumidores precios superiores a su utilidad marginal.

Pero, en todo caso, vemos cómo Guerrero sigue siendo incapaz de explicar el fundamento del valor. En este caso, también el del interés.

29) “Cuál será el precio final es imposible de determinar para la ciencia económica; es más, no le interesa. Estamos ante cuestiones puramente históricas, no teóricas. Basta con afirmar que la transacción tendrá lugar entre esos dos límites, o no será.”

No hay ciencia económica si no puede medir la realidad que constituye su objeto. Rallo pretende criticar la teoría laboral del valor, que es una teoría sobre cuáles son los precios de mercado, ¡con una teoría que afirma que no hace falta saber cuáles son los precios de mercado! ¡Bonita teoría del valor!

Critico la teoría laboral por ser acientífica, por basarse en predicciones imposibles (pues no podemos determinar el estado futuro del conocimiento y, por tanto, cuáles serán las valoraciones de los consumidores hacia productos que quizá ni existan) y porque la economía es una ciencia teórica, relacionada con las implicaciones lógicas de la acción, y no con sus manifestaciones concretas. Los datos de mercado son objeto de estudio por parte de la historia económica (estudio realizado a través del bagaje instrumental conferido por la teoría económica).

30) “Por último, el modo más frecuente de formación de precios en las economías capitalistas es el appreisement empresarial, esto es, el vendedor propone un precio y los consumidores demandan en función de ese precio. En estos casos, el precio de las transacciones que se realicen, como es lógico, no podrá superar la utilidad marginal del comprador. Si el vendedor fija un precio superior a ésta, no venderá los productos, se quedará con todos ellos. Por tanto, el correcto appreisment empresarial está estrechamente relacionado con fijar un precio inmediatamente por debajo de la utilidad marginal de los compradores a los que aspire.”

Está claro que se refiere al appraisement, que como todo el mudo sabe tiene el mismo origen etimológico que price, precio. Lo interesante es que reconoce que el modo normal es éste. Por tanto, él mismo reconoce que la empresa fija el precio a su coste en trabajo (incluida la ganancia proporcional al capital) y los compradores comprarán más o menos según sus gustos y renta (que Rallo llama utilidad, preferencias, etc.).

En ningún momento lo he negado. Y, por cierto, alguien que dice haber refutado a Böhm-Bawerk, pues supongo que para refutar hay que leer y para leer entender. Y si se ha leído y entendido a Böhm-Bawerk debería saber que nunca se opuso a la ley de costes, tal y como la hemos expuesto reiteradamente en nuestros artículos. Sin embargo, en ningún momento se sigue que el valor dependa del trabajo (algo que Böhm consideraba con razón totalmente absurdo), ya que sigue dependiendo de la utilidad, tanto en su modulación como en el origen de sus costes.

31) “En todo caso, podemos sacar una conclusión común para los tres tipos de formación de precios: la propiedad privada es previa al precio. Tanto el comprador como el vendedor tienen que ofrecer algo a cambio de otro algo. Sin propiedad privada, el comprador no puede renunciar a nada para adquirir una determinada cantidad de productos.”

Muy profundo todo esto. Qué iluminador.

Y muy poco iluminador Guerrero, claro.

32) “De ahí, que en ausencia de propiedad privada, no existan unidades marginales y, por tanto, ni precios, ni costes, ni necesidad de limitar la demanda. No es posible una asignación eficiente de los recursos ya que, como puso de manifiesto Mises, sin precios de mercado no es posible el cálculo económico.

Dos cosas. Primero: marginal significa adicional. Por lo visto, los hombres de Altamira, en donde no había precios de mercado, no sabían distinguir entre un bisonte y dos, o tres, etc. Y segundo: después de la lata que nos ha dado diciendo que no hace falta calcular y que la ciencia económica no puede calcular precios, ahora llega, agarra y dice que su maestro Mises ya demostró que hacen falta los precios para calcular. Desde luego Rallo no le serviría de mucha ayuda.

Primero, es curioso cómo Guerrero modifica los términos. Yo no he dicho que sin precios de mercado no haya unidades marginales, sino que sin propiedad privada no las hay. ¿Razón? Tengo todos los recursos naturales rodeándome, incluido el espacio interesteral. Dado que la propiedad nace de la apropiación, si no ha habido este proceso de dominación y de puesta en disponibilidad, no puedo incorporar mis medios a mis fines y, por tanto, no existen fines marginales. Una vez realice la acción de apropiación sí puedo hablar de marginalidad y de valor, hasta entonces no. Un bisonte sólo es valorado cuando se domina de alguna forma (bien cazándolo o poseyendo el terreno por donde se mueve). Mientras tanto, sólo valoraré mi conocimiento sobre la existencia del bisonte, mi información. Pero no el bisonte en sí. La cuestión es simple: hasta que no determino sobre qué medios puedo actuar, la única escasez que conozco es la temporal y, por tanto, sólo por ésta estoy limitado (de ahí que las sociedades primitivas no tengan el más mínimo respeto por el medio ambiente, cosa que también sucede en ausencia de propiedad privada).

Segundo, yo no he dicho que no hace falta calcular, sino que la ciencia económica no se ocupa de hacerlo. Otra cosa muy distinta es que los empresarios y los individuos tengan que realizar tal tarea para continuar prosperando, esa es una conclusión que también alcanzamos a través de la ciencia económica, aun cuando ésta no pretenda conocer los precios anticipadamente. Lo cual, dicho sea de paso, sólo puede ser así: si la ciencia económica afirmara la posibilidad de conocer los precios, siempre y en todo lugar, el cálculo económico sería posible. Por cierto, Mises defendía esto mismo, otra prueba de que Diego Guerrero sólo conoce la Escuela Austriaca a través del forro de los libros.

Diego Guerrero se defiende (II)


En otro mail Diego Guerrero critica mis posts sobre la utilidad marginal (en el anterior sólo repetía las típicas letanías fracasadas de la teoría del valor trabajo) a través de 47 breves comentarios. En general, los comentarios no pasan de reflexiones propias de Cruz y Raya o Los Morancos, sin entrar en la cuestión. Aun así, daremos respuesta; en este post a las 17 primeras y en los dos siguientes a las 30 restantes. Mi texto original irá en azul y la "respuesta" de Guerrero en cursiva.

1) “Lo cierto es que, realmente, la utilidad no se deriva del consumo, sino la consecución de los fines del actor”

¿El que tiene un euro sólo puede tener fines por valor de un euro?

Ignoro cómo ha leído Guerrero mis textos; entendiéndolos desde luego no. Primero, el dinero no mide el valor, el dinero es valorado. Difícilmente un bien que puede cambiar de valor puede servir de unidad estándard (es como si cada día el "metro" pudiera tener una longitud pero no tuviéramos forma de saberlo). No sólo eso, dado que el valor es ordinal, no existe medición posible. Segundo, el dinero no la única manera de conseguir los fines del autor, una de las críticas que le hice a Guerrero fue, precisamente, reducir el ámbito del valor sólo a las mercancías. Quien sólo tiene un euro sólo podrá adquirir mercancías con precio de un euro, pero quizá esa mercancía se dirija a fines muy valorados; o, desde luego, puede perseguir fines muy valorados cuyo medio no pase por el dinero. Por ejemplo salir de paseo, hablar con un amigo, o tomar el Sol.

En ninguno de estos casos se consume nada (salvo que entendamos que se consume tiempo, aunque más bien el tiempo se emplea de una manera determinada). Por tanto, mi crítica a Guerrero, que no ha entendido, sigue en pie.

2) “Las ‘acciones’ de estas personas [se refiere a las austeras] no les son útiles en absoluto (pues no se dirigen a consumir, sino a alcanzar fines distintos del consumo) y la pregunta pertinente será, pues, ¿por qué actúan?

Aquí confunde consumo con compra, como es habitual en los utilitaristas. Un austero puede disfrutar consumiendo su música, sus libros o su televisión. Pero los consume en casa, no en el mercado. Para recibir utilidad no hace falta comprar compulsivamente.

Desde luego que no, ni siquiera hace falta consumir. Puse el ejemplo de las austeras no para justificar la compra, sino para ilustrar mi punto anterior, esto es, que la utilidad no se deriva del consumo, sino de la aptitud de los medios (que puede ser el propio trabajo) para conseguir los fines del actor. Una persona puede disfrutar reflexionando, ¿qué consumo está practicando ahí? ¿Cómo explica esa acción humana? Más bien parece que quien tiene estrechas miras de la actividad humana es Guerrero, no un servidor.

3) “Es un "hecho" objetivo que el valor es subjetivo”

La valoración que hace el sujeto es subjetiva, of course, pero el precio es objetivo, y es ese precio objetivo el que interesa a la teoría del valor mercantil.

El precio es objetivo, pero el precio no es valor, sino una ratio de intercambio que ha surgido en función de unas valoraciones previas. La formación del precio no puede disociarse de los valores subjetivos. La acción humana se guía en función de esas valoraciones y es precisamente la acción humana la que engendra los precios. Los precios son un resultado de la acción, y la acción es conducida por los valores subjetivos. Por tanto el valor es previo al precio y queda enteramente determinado por éste; sin esa gradación de preferencias las acciones variarían de tal manera que los precios variarían inevitablemente. Opinar lo contrario resulta equivalente a decir que los precios no tienen nada que ver con la acción del hombre; es independiente a ésta, son los precios los que dirigen la acción. Pero aquí caemos en una contradicción, ¿no decíamos, incluso Guerrero, que el valor era subjetivo? Entonces, ¿cómo puede el actor seguir un curso de acción que considera inútil y perjudicial?

En definitiva, el tipo de hombre que tenemos con el esquema marxista no es el de un actor, sino el de un autómata que reacciona a los precios. Lo cual es simplemente absurdo, en tanto una buena parte de las acciones humanas nada tienen que ver con los precios (y habría que suponer que los precios siempre han estado ahí, creados por Dios y no por los hombres).

4) “El problema es que el valor NO es mensurable”

Ése es el problema de la teoría utilitarista. El valor objetivo sí se puede medir y de hecho se mide.

El valor no puede medirse. Guerrero debería explicar cuál es la unidad de medición del valor. ¿La moneda? ¿Cómo puede un bien cuyo valor cambia ser una unidad estándard? Si cada día el metro tuviera una longitud distinta, ¿qué tipo de medición sería esa? Simplemente afirmaríamos que esta distancia mide esta distancia, pero nada más. Y, a diferencia de las magnitudes físicas, el valor no es una magnitud, sino una jerarquía.

5) “Partiendo del error de la necesidad de medición, Guerrero continúa…”

¿Pero qué coño de teoría del valor es una teoría que considera un error medir los valores? ¿Se imaginan una teoría del mundo físico que no quiera medir las cosas que analiza? Pues bien, el mundo social es un subconjunto del mundo físico.

La incapacidad de Guerrero de distinguir entre física y economía es sintomático de las malas conclusiones a las que llega. Si la economía está en el mundo físico y todo lo que está en el mundo físico puede analizarse a través de los métodos cientistas de la física, entonces la economía es un subconjunto de la física. Grandioso. El problema ahora es, ¿qué tipo de ciencia física es aquella que no puede medir el amor, la esperanza, o la pereza? Vaya, qué cosas. La física queda refutada por el hecho de que el amor se haya en el mundo físico y no puede medirse. Lástima.

En realidad, la economía tiene que ver con las ideas, con las impresiones que el ser humano tiene del mundo físico. Son esas impresiones las que determinan la acción y por tanto las decisiones relevantes para la economía. Todo lo demás es irrelevante. Por ejemplo, ¿qué relevancia económica tiene que en el universo físico pueda existir una civilización extraterrestre con un progreso infinitamente mayor al nuestro? Ninguna. Si lo ignoramos y no están a nuestro alcance, como si no existieran. Si bien, desde un estudio físico de la economía deberíamos tenerlo en cuenta, ya que aprovechan recursos cada vez más escasos. Recursos de los que no tenemos ni constancia pero que existen. ¿Ciencia económica?

6) “El valor se otorga en función del valor "esperado", es siempre "ex ante"; no se experimenta nada, sino que se espera experimentar”

Eso será el valor imaginario de los utilitaristas o la valoración subjetiva. Pero el valor o precio objetivo no se otorga por nadie: se determina objetivamente por las relaciones sociales que se expresan en el trabajo fragmentado de las diferentes empresas capitalistas. ¿Qué tendrá que ver que Fulano aprecie mucho o poco una pluma que le dejó su padre en herencia? El mercado la valora objetivamente de otra manera y por otras razones.

Nuevamente Guerrero muestra su completo desconocimiento de la economía. Ya he explicado el proceso de appraisement empresarial consistente en la fijación de un precio al que cree puede retribuir a sus factores productivos y al que conseguirá un interés mayor que invirtiendo el capital en proyectos alternativos. De todas formas, el precio no es el valor, conviene insistir.

El valor guía la acción humana y ésta el precio. Los precios no se forman sin intervención de la acción. Imaginemos que hoy todo el mundo aprecia la mercancía X, y se producen 1000 unidades. Pero, al día siguiente, la gente deja de apreciar esa mercancía (por ejemplo, porque se ha anunciado que es cancerígena). Las "relaciones sociales que se expresan en el trabajo fragmentado de las diferentes empresas capitalistas" siguen siendo las mismas, pero su precio se hundiría. La razón es que nadie estaría dispuesto a pagar un precio tan elevado como antes (porque la utilidad marginal del precio anterior superaría a la utilidad marginal actual del producto).

De la misma manera el ejemplo de la pluma es malísimo. Si Fulano es propietario de la pluma y la aprecia mucho, las relaciones de producción de ESA pluma en el mercado son irrelevantes. Fulano exigirá un precio mucho más alto por la pluma que si no tuviera un valor sentimental. Si nadie valora más la pluma que el precio que exige Fulano, ésta no se venderá y Fulano se quedará con ella. No habrá precio de mercado para esa pluma.

7) “Imaginemos un stock de cinco unidades… Cuando consuma una de ellas, el stock se reducirá en una unidad y, por tanto, el valor marginal aumentará”

Estos utilitaristas no sólo no saben qué es la producción sino tampoco el consumo. En la realidad se están consumiendo continuamente unidades de los stocks existentes de las diferentes mercancías, y sin embargo su valor no cambia… mientras no varíen las condiciones de producción (trabajo).

Buen intento de manipulación, el problema es que puedo poner el párrafo entero. Yo dije en realidad: "Imaginemos un stock de cinco unidades; si la caricatura (no intencionada) que Guerrero efectúa de la utilidad marginal es que el valor se otorga conforme se consume, ¿cuál sería la unidad marginal? Cuando consuma una de ellas, el stock se reducirá en una unidad y, por tanto, el valor marginal aumentará. De manera que cada unidad tendría valor por sí misma y la paradoja del agua y los diamantes quedaría sin resolver."

Pero bueno, poco más podemos esperar de él. Veamos, al consumir una unidad de un stock de cinco unidades, la utilidad puede aumentar... o no. Si el fin al que doy satisfacción no es el menos valorado de los que el stock me permitía, obviamente no variará. En caso de que satisfaga el fin menos valorado, la utilidad de una unidad de las cuatro que me quedan sí que aumentará, dado que la unidad marginal servirá para satifacer el fin marginal que es más valorado que el fin que acabo de satisfacer.

Pero, de todas formas, la crítica de Guerrero no se sostiene. Claro que se están consumiendo y produciendo unidades cada día... y su valor no cambia (esto es discutible, no voy a entrar en análisis históricos que no me interesan, pero vamos, creer que siempre que se produce un cambio de precio se debe a las condiciones objetivas de producción es ingenuo). Esto se debe a que la necesidades satisfechas sólo lo están temporalmente y, al cabo de un tiempo, vuelven a emerger. En el caso de los alimentos es evidente. Pero en el del resto de bienes más o menos duraderos también; una vez depreciados hay que volver a consumir. Como los ritmos de depreciación de cada bien son distintos, los empresarios tienen una demanda continua de bienes, incluso duraderos.

Pero lo que viene a decir Guerrero es: si las necesidades que cubren los cinco sacos fueran satisfechas de una vez para siempre con el consumo de los sacos, su precio no variaría. Lo cual es absurdo, pues nadie querría adquirir más sacos, por mucho que las condiciones de producción no hubieran cambiado.

8) “el sujeto no necesita cuantificar su placer. Lo único que requiere es ser capaz de discriminar cuáles son los fines prioritarios para modular su acción en consecuencia. No necesita ni constancia ni un patrón de medición. Basta con que su acción sea, en todo momento, la mejor, la más adecuada”

Aparte de la jerarquía de necesidades, que nadie cuestiona y que no tiene nada que ver con cómo se forman los precios, podemos preguntarnos: “Vale, cada cual compra lo más adecuado en cada momento, o incluso no lo compra porque no tiene dinero, pero ¿se puede saber qué tiene eso que ver con los precios? Fulanito se compra un Mercedes porque es lo más adecuado para él, y yo me compro un 600 porque es lo más adecuado para mí? Aparte de que es una manera curiosa de hablar, ¿qué tiene eso que ver con los precios de ambos coches?”

Guerrero no es capaz de captar todas las interrelaciones de la economía, y es una pena, porque parece que le pone interés. Veamos, todo el mundo podría comprar un mercedes siempre que ahorrara lo suficiente. En una economía primitiva esto podría suponer estar 20 años fabricándolo (suponiendo que supieran cómo), ya que habría que extraer los metales, fundirlo, modelarlos... Trabajo exclusivo en un Mercedes que debería ser "apoyado" a través de un fondo de subsistencia que permitiera al individuo consumir mientras se dedica a producir el mercedes. En una economía moderna, significa satisfacer las necesidades de los consumidores y abstenerse a consumir otros productos hasta haber ahorrado lo suficiente como para comprarlo. Si todo el mundo quisiera comprar un Mercedes -y ésta fuera su prioridad- se experimentaría una recolocación de los factores productivos, tanto trabajo como capital, hacia la producción de Mercedes, lo cual incrementaría sobremanera su número. Sin embargo, esto provocaría la disminución de la producción de otros bienes y servicios.

Dado que la gente no quiere consumir solamente Mercedes sino una amplia gamma de otros bienes y servicios, ¿qué sentido tendría ampliar la producción cuándo los Mercedes se quedarían, al precio actual, sin poder venderse? Sólo se incrementarían los costes sin elevar los ingresos, ya que para colocar los correspondientes Mercedes adicionales en el mercado debería reducirse su precio. Ésta es la significación que tiene la utilidad marginal en la fijación del precio. Si el empresario de Mercedes amplía la producción deberá reducir el precio, o en caso contrario consumirá parte de su capital en pérdidas. Si la gente realmente quisera consumir más Mercedes (es decir, si estuviera dispuesta, o bien a producir más, o bien a consumir una cantidad menor de bienes de los que consume ahora), la producción de Mercedes se ampliaría, reduciendo las de otros productos (que no podrían pagar el superior precio por los factores productivos que se quedaría Mercedes precisamente porque no podrían incrementar los precios de sus productos habida cuenta que la utilidad marginal de los consumidores con respecto a ellos es menor).

9) “Aunque no pueda cuantificarlo, sé que me gusta más la carne que el pescado. ¿Cuánto más? Lo ignoro, pero ello no imposibilita mi conocimiento acerca de mis preferencias.”

Vale, voy a mirar el prospecto de una medicina reciente: incluye, entre otras cosas, “carboximetilalmidón de sodio” y “silicato alumínico magnésico”, dos mercancías que por supuesto tienen precio en el mercado (si no lo creéis, preguntádselo a GlaxoSmithKline). ¿Cuál prefiero? Yo lo ignoro, pero a lo mejor Rallo sí lo sabe. En cualquier caso, esta sabiduría nada tiene que ver con los precios. Y recuerden que hay como dos millones de mercancías presentes (sin contar con que otros utilitaristas insisten en que las mercancías son distintas para cualquier punto del tiempo, cualquier diferente contingencia, etc.)

Pocos, más bien ningún, consumidor adquirirá los medicamentos en función de sus componentes (salvo algún experto que sepa diferenciar sus efectos). Sin embargo, las empresas farmacéuticas sí saben cómo producir los medicamentos. De la misma manera, las empresas que les provean los componentes (en caso de que sean distintas) valoraran las materias primas que sean necesarios para fabricarlos en función de sus usos alternativos (o utilidad directa). ¿Y de qué dependen esos usos alternativos? Precisamente de los fines (marginales) de los consumidores. Imaginemos que el "silicato alumínico magnésico" (sé que voy a decir una burrada muy gorda) sirve para producir Mercedes. Su propietario puede vendérselo a la farmacéutica o la empresa Mercedes. ¿De qué dependerá su elección? De quien pague más por ese componente. ¿Y de qué dependerá la disposición al pago de Mercedes o la farmacéutica? De cuanto estén dispuestos a pagar los consumidores por sus productos, esto es, de su utilidad marginal.

Si el silicato alumínico magnésico es muy escaso y su utilidad en la producción del último coche Mercedes que se espera que se venda es mayor que su contribución a la producción del primer medicamento, entonces irá a parar a Mercedes. Y, por supuesto, esas utilidades depeden de la valoración de los consumidores.

En otras palabras, no es necesario que los consumidores valoren todos y cada uno de los componentes de un bien que adquieren (de hecho no lo hacen a menos que ese componente sea relevante para la funcionalidad del bien, esto es, para la satisfacción del fin que persiguen: por ejemplo, un coche de papel sería mucho menos valorado que uno de chapa), ésa es tarea de los empresarios que, cuando son capaces de pagar un mayor precio por las materias primas al esperar vender los productos por un cierto precio, consiguen hacer afluir las materias primas y los factores productivos.

10) “Yo doy cinco euros por un libro porque considero que el valor del libro es superior al de los cinco euros. No doy cinco euros porque considere que el valor del libro son "cinco euros"; en ese caso, ¿para qué efectuar el intercambio?”

No se entera. El problema no es ése. La cuestión es que, siendo lo que dice así para cualquier mercancía, ¿por qué vale más un coche que un zapato? ¿Qué determina esos valores diferentes? (Dejo de lado que la afirmación de que todo el mundo sale ganando con el intercambio es sólo una forma de ensalzar la economía capitalista sin ningún fundamento, ya que uno de los problemas del capitalismo es que impide a la gente intercambiar y adquirir cosas que necesita y que en otro sistema podría obtener; los parados por ejemplo no intercambian dinero por las cosas que no compran porque el mercado de trabajo los expulsó de su empresa).

Claro que el problema es ése. Los bienes no se intercambian por igualdades de valor, sino por desigualdades. ¿Por qué vale más un coche que un zapato? Para producir un coche los consumidores tienen que renunciar a muchos más bienes y servicios que en el caso de un par de zapatos, esto significa que sólo se producirán coches cuando su disponibilidad a adquirirlos sea más elevada que la del resto de bienes. El empresario puede producir un coche, pongamos, a 6000 euros de coste y los consumidores están dispuestos a pagar 7000, por tanto se vende y se establece ese precio. En cambio, para producir un par de zapatos los costes son mucho menores, quizá 30 euros. Puede que la disponibilidad al pago de los consumidores sea de 1000 por un par de zapatos (o más), sin embargo, en una industria con semejantes márgenes de beneficio afloraría rápidamente la oferta y haría disminuir su precio. Esto no significa dar validez a una teoría del valor-coste, ni mucho menos. Los costes no son más que precios y, esos precios se pagan en función de los usos marginales a los cuáles puede dirigirse la producción que, como hemos dicho más arriba, depende de la disponibilidad a pagar de los consumidores (que será mayor cuanto mayor sea su utilidad marginal).

Para ampliar la producción de automóviles habría que adquirir factores productivos de otras líneas productivas, lo cual incrementaría los costes, y para vender esos coches adicionales habría que disminuir el precio, lo cual probablemente disminuiría el ingreso.

11) “se adquirirán unidades mientras el valor del fin adicional conseguido a través de una nueva unidad sea mayor que el valor del fin marginal al que se renuncia”

Si me compro una barra de pan con el euro que tengo es que el aprecio o necesidad que tengo de ese pan es mayor que el de, por ejemplo, un periódico. Pero eso no explica por qué valen lo mismo en el mercado.

Básicamente digo lo mismo que lo que acabo de explicar. Por qué el pan y el periódico valen lo mismo (en caso de que así sea) en el mercado ya lo hemos explicado en el caso del coche y del zapato. Los bienes a los que se ha de renunciar para producir periódicos o panes son bastante reducidos (en comparación con, por ejemplo, la producción de automóviles), lo cual hace que sus proveedores tengan que aceptar un precio más bajo y, por tanto, los vendedores puedan expandir la demanda de sus bienes a través de la reducción del precio. Si los proveedores tuvieran ofertas mejores por su productos, los panaderos tendrían que pagar más para producir pan y, en consecuencia, si no quieren quebrar, incrementar el precio. El punto importante que valida la teoría de la utilidad marginal es que, precisamente, si ese incremento del precio del pan supera la utilidad marginal de los consumidores, el panadero dejará de vender y quebrerá (o disminuirá el tamaño de su negocio), de manera que esos factores productivos quedarán liberados y afluirán a otras producciones.

12) “Los empresarios que puedan pagar mayores rentas (por esperar percibir un mayor precio) y ACIERTEN, serán los que triunfarán en el mercado. Ésa es la competencia típica del proceso de mercado”

Al revés: triunfarán los que, ofreciendo la misma calidad, lo puedan hacer a un coste inferior. O bien los que, ofreciéndolo al mismo precio, dan un producto de mayor calidad. Porque el cliente se rige por la relación calidad/precio, pero esto, que es válido para todas las mercancías, no explica el diferente valor de cada una de ellas.

¿Y por qué deberían aceptar los proveedores de factores productivos los precios más bajos? Obviamente, de entre aquellos que consigan adquirlos, triunfarán los que tengan menores costes. Pero los adquirirán aquellos que puedan pagar una mayor renta: y podrán pagarla los que esperen un precio de venta mayor por sus productos. Es decir, Guerrero confunde la economización con el appraisement de los factores productivos. Sólo los bienes cuya utilidad marginal se espera superior se producirán, lo cual también significa que se producirán en la cantidad adecuada, dado que una cantidad superior disminuiría su utilidad marginal y será incapaz de retribuir (y retener) a los factores productivos.

13) “Repetimos: sólo es necesario conocer la jerarquía de nuestros fines, algo que el actor conoce en cada instante perfectamente”

Insiste en lo del “carboximetilalmidón de sodio”… Pues vale.

Como ya hemos visto, el argumento del "carboximetilaldimón de sodio" es una parida monumental. Pero bueno, estamos hablando con un marxista.

14) “Como hemos explicado, el proceso de mercado opera de otra forma; pagan a los factores sus productividades marginales descontadas sobre las ventas de los productos a un precio anticipado”

¿Cuáles son las respectivas productividades marginales del “carboximetilalmidón de sodio” y el “silicato alumínico magnésico”. Sencillamente no “producen” por separado. Sólo producen juntos, en la mezcla específica de la medicina correspondiente a la que van a parar gracias al trabajo.

Precisamente, la productividad "marginal" se refiere a la productividad de una unidad adicional de "silicato alumínico magnésico" y no a la productividad DEL "silicato alumínico magnésico" como una totalidad. Efectivamente no producen por separado, por tanto, el empresario sólo adquirirá uno y otra cuando haya podido adquirir ambos. Si, por ejemplo, es incapaz de comprar el carboximetilalmidón de sodio, no se planteará adquirir el silicato alumínico magnésico y, en todo caso, el precio que estará dispuesto a pagar el empresario por ambos no podrá superar el precio al que espera vender el fármaco (no tenemos en cuenta el interés para simplificar), que a su vez dependerá de la utilidad marginal de los consumidores.

15) “Si yo elijo A a B es porque prefiero A a B, ¿y qué significa preferir? Que A me proporciona mayor utilidad que B”

…O que no tengo dinero para comprar B, o que no conozco la existencia de B, etc. En cualquier caso nada de esto explica por qué los precios son precisamente los que son.

No, si yo elijo A a B es porque, dadas las circunstancias presentes, prefiero A a B (si no conoces de la existencia de B, difícilmente puedo elegir A a B, cuando B no entra en mis cálculos). Ello no significa tampoco que esa persona sea irrelevante: sus acciones siguen comandadas por el valor y, por tanto, modificará la estructura de mercado. Por ejemplo, podría trabajar más (con lo cual influirá en su salario), ahorrar más (con lo cual influirá en el tipo de interés) o buscar nuevas oportunidades de negocio (con lo cual influirá sobre los restantes negocios). De la misma manera, si el empresario B se vuelve más eficiente, podría facilitar una rebaja del precio de B que permita a ese consumidor (que obviamente es tenido en cuenta) adquirir el bien B antes que A en caso de que así lo prefiera.

Pero, en todo caso, repito: si yo elijo A antes que B se debe a que la elección de A en este momento es la más adecuada. Si no tengo dinero para adquirir B, podría no haber adquirido A para ahorrar y adquirir B, pero no lo hago por multitud de posibles factores: preferencia temporal, concurrencia de otros costes (por ejemplo, si sólo podré adquirir B si renuncio a A y, además, trabajo más)...

16) “La curva de demanda es siempre decreciente, no por preferencias reveladas concretas, sino por la utilidad marginal decreciente”

Primero decía que no se puede medir cardinalmente la utilidad, ni era necesario hacerlo, y ahora va y mide nada menos que su derivada (eso es la utilidad marginal): ¿En qué quedamos?

Ya le he dedicado un post a este tema. La derivada, matemáticamente, es una aproximación a la utilidad marginal, pero NO es la utilidad marginal. Es increíble que Guerrero lo equipare de una manera tan acientífica. Hablar de utilidad marginal implica necesariamente hablar de derivadas y, por tanto, de medición. Error gravísimo.

Pero además, parece que Guerrero tampoco se ha aprendido el temario neoclásico. Las funciones de utilidad neoclásicas no expresan valores, sino grados. Son susceptibles de transformaciones monotónicas, esto es, agregarlas, restarlas, multiplicarlas o dividirlas sin que afecte a la posición jerárquica del bien. En otras palabras, lo importante de la función f(x)=2x y de la función f(y)=3y, para los neoclásicos, es que una unidad del bien y tiene una utilidad ordinalmente mayor que una unidad del bien x. Los propios neoclásicos dicen que la utilidad no es 3 o 2, sino que 3 expresa una superioridad jerárquica a 2 (esto es, puede ser 3 o 24; 24 no expresaría que y es 12 veces más valorado que x, sino sólo que es más valorado).

Otra cosa es que el arsenal matemático en economía llegue al absurdo, pero esta es otra cuestión.

17) “Lo único que realmente necesitamos saber para todo ello [es decir, para determinar la curva de demanda] es lo siguiente: a) el valor es la significación de un fin, b) la unidades iguales de un mismo medio permiten conseguir fines de una menor importancia (ordinalismo), c) por tanto, los medios adicionales, al estar afectos a fines menos importantes, tendrán un valor decreciente (utilidad marginal decreciente).”

Como el medio es el dinero, lo que dice Rallo es que un euro no vale lo mismo que otro euro. ¿No sabe que a los capitalistas y al mercado les da igual un euro que otro? No, no lo sabe.

No, el caso del dinero es completamente distinto. Lo explico aquí. Es un bien líquido y su utilidad marginal decrece, en consecuencia, muy despacio. Es evidente que Guerrero no ha entendido el concepto de liquidez tratado por Menger; otro fallo que el marxismo debería haber corregido.